Teniendo por costumbre escribir reflexiones y apuntes sobre la vida, me decido a ponerlas en la red y compartirlas contigo
lunes, 19 de mayo de 2014
Construyendo Europa
Podemos ver el medio vaso vacío o el medio vaso lleno. Podemos ver los defectos de Europa, o podemos ver sus logros y sus posibilidades. Yo soy de los que ven el medio vaso lleno y, además, piensa que sin una Europa fuerte nos irá peor.
La Unión Europea se ha ido construyendo paso a paso, desde que en 1951 se firmara en París el tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero para intentar limitar el riesgo de una nueva guerra entre países vecinos. El Tratado de Roma (1957), los sucesivos Tratados y las ampliaciones de países y de competencias, han seguido un proceso lento pero imparable hasta hoy, superando intereses contrapuestos y recelos ancestrales: 507 millones de europeos podemos compartir ahora un mismo proyecto.
Durante más de cinco décadas la Unión Europea ha contribuido a que no haya habido guerras generalizadas y constantes en su suelo, aunque no pudiera evitarse la terrible guerra de los Balcanes. Desde los años 50 del pasado siglo hasta hoy los países de la UE hemos avanzado en el terreno económico y social. En la salud y la sanidad el progreso ha sido incuestionable: se han puesto en marcha sistemas de atención sanitaria con una amplia cobertura pública (universalización) y unos buenos resultados que, junto a la mejora de los ingresos y la calidad de vida, han promovido la disminución de la mortalidad y morbilidad evitables y el aumento de la esperanza de vida en buena salud. Los valores comunes que fundamentan nuestros sistemas sanitarios, universalidad, equidad, solidaridad y acceso a unos servicios seguros y de alta calidad (Consejo de la UE 2006), son un referente para el resto del mundo.
Aunque el diseño y la gestión de los servicios sanitarios es competencia de cada país, la UE tiene importantes responsabilidades en materia de salud. El Tratado del Funcionamiento de la UE establece que “se debe asegurar un alto grado de protección de la salud en la definición y aplicación de todas las políticas y actividades de la Unión” (art.168). En materia de sanidad la UE cuenta con Agencias para el Control y Prevención de Enfermedades, el Medicamento, la Seguridad y la Salud en el trabajo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y otras estructuras que apoyan la labor de los Estados Miembros. El presupuesto de investigación (Horizonte 2020) destina buena parte de sus fondos a sanidad, impulsando importantes proyectos y consolidando grupos punteros. La UE organiza también redes de cooperación en diversas materias (Evaluación de Tecnologías Sanitarias, Tecnologías de la Información, Centros de Referencia) y financia acciones conjuntas y asociaciones de países para fomentar el intercambio de iniciativas (Salud Mental, Envejecimiento Activo, Calidad y Seguridad de los servicios sanitarios, etc.), así como Grupos de Trabajo y Paneles de Expertos en diversas materias. Recientemente se aprobó una decisión para actuar en situaciones de emergencia sanitaria, donde se crea un Comité Europeo de Seguridad Sanitaria que permitirá coordinar la respuesta de los 28 países de la Unión.
También la UE desarrolla una labor legislativa en materia de salud y sanidad como, por ejemplo, la Directiva sobre los productos del tabaco, o la Directiva de asistencia sanitaria trans-fronteriza, que puede ser una oportunidad para mejorar la calidad de la atención en todos los países miembros, mejorando los sistemas de información y la cooperación entre sistemas de salud. Esta Directiva confirma la libertad de movimiento de los profesionales sanitarios, así como los derechos de los pacientes para recibir atención en otro país de la Unión.
Mucho se había avanzado. Sin embargo, la crisis financiera y económica que se inició en 2007, y que tan profundamente ha afectado a España y otros países europeos, ha puesto de manifiesto debilidades y contradicciones en el seno de la UE. La crisis mostró cómo la unión de los mercados y la Unión Monetaria (el euro y el Banco Central Europeo) no eran suficientes para garantizar la estabilidad económica y los derechos sociales. Las instituciones económicas nacionales se vieron desbordadas por las decisiones de entidades financieras con enorme poder, que no pudieron ser controladas desde cada uno de los países. Algunas medidas se han tomado desde entonces hasta hoy: mecanismos para reforzar la Unión Bancaria, nuevas funciones para el BCE, nuevos fondos para actuar en situaciones de crisis, una incipiente tasa sobre transacciones financieras, iniciativas para luchar contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales, etc. Pero, a mi juicio, son todavía insuficientes. Es preciso desarrollar una política económica común, incluyendo la política laboral, la política fiscal y la política energética, de tal manera que se puedan aprovechar todas las potencialidades de los países miembros, sin estar sometidos a las apuestas de los grandes inversores financieros que han desestabilizado y pueden volver a desestabilizar la economía de países enteros. La UE tiene que poner la economía al servicio de las personas y limitar el poder de las grandes corporaciones financieras.
Como consecuencia de la crisis, la mayoría de los países de la UE, y la propia UE, han decidido destinar más de un billón de euros para ayudar a muchas entidades financieras endeudadas. Esas enormes ayudas han salido del presupuesto público, agrandando así la deuda pública para reducir la deuda privada. Este enorme esfuerzo, hecho con el dinero de los contribuyentes, y el impacto de la crisis en la actividad económica y el empleo, han tenido como consecuencia la reducción del gasto sanitario público. Se han reducido plantillas y salarios de los profesionales y se ha puesto en riesgo la calidad de la atención, con disminución de la cobertura, aumento de re-pagos, pérdida de innovación tecnológica y disminución de la equidad en salud y en sanidad.
Para tener una buena sanidad pública en los países de la UE tenemos que reforzar a la propia UE en dos sentidos. Por un lado, como he señalado, fortalecer sus competencias en materia económica y fortalecer y simplificar sus instituciones y los procesos de toma de decisiones: sin una economía fuerte y sostenible no puede haber financiación para unos servicios sanitarios completos y de calidad. Por otro lado, fortalecer las competencias en sanidad y hacer que los objetivos de la UE no se centren prioritariamente en los intereses de las entidades financieras, sino también, al mismo nivel, en las políticas sociales. El Eurobarómetro (enero 2014) mostraba cómo la mayoría de europeos quiere que se refuerce la solidaridad y la equidad, y que se refuercen las competencias de la UE en sanidad. Es clave para el futuro de la Unión que invirtamos en salud y en sanidad. La salud es condición para la productividad y el progreso económico. La atención sanitaria es condición para una sociedad cohesionada, donde la suma de esfuerzos garantice un buen servicio sanitario para nosotros y nuestras familias cuando sea necesario.
Los profesionales sanitarios, además de trabajar para consolidar la calidad y la eficiencia de los sistemas nacionales de salud, tenemos que participar activamente en la construcción de Europa, contribuyendo a mejorar las instituciones y los programas sanitarios europeos, porque buena parte de nuestro futuro personal y profesional dependerá de una Europa fuerte que garantice una sanidad de calidad para todos.
(Texto enviado a Médicos y Pacientes)
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