Durante la crisis financiera varios países
europeos (España, Portugal, Grecia, Irlanda, etc.) fueron sometidos a planes de
reformas impuestos por la llamada “Troika”: UE, FMI, BCE (la Comisión Europea,
el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo). Se decía: lo manda la Troika.
Las políticas de la mal llamada “austeridad”
(término usado en el neo-lenguaje para definir recortes) se tradujeron en la práctica en transferir recursos de los pobres, los trabajadores, las clases medias, los
empresarios de la economía real, hacia los ricos, las grandes corporaciones y los bancos. Una crisis causada por la codicia de los altos ejecutivos
de las entidades financieras y la desregulación del sector financiero que los gobiernos de EEUU y
Europa habían permitido durante los últimos 20 años (y que no han corregido
todavía), se ha resuelto dando más dinero a los causantes de la crisis.
Algunos acontecimientos recientes ayudan a explicar por qué se gestionó la crisis de esa manera.
Resulta que Durao Barroso, Presidente de la
Comisión Europea durante 10 años (2004-2014), responsable de la gestión de las
respuestas a la crisis (y de su no previsión), ha sido fichado por Goldman
Sachs con un salario no despreciable.
Ahora nos enteramos que José Viñals, director
de Asuntos Monetarios y Mercados de Capitales del FMI durante la gestión de la
crisis (los últimos siete años), ha sido nombrado Presidente del Banco británico
Standard Chartered, con un sueldo anual de 1,49 millones de euros por cuatro
días de trabajo a la semana. La Presidenta del FMI no se escandaliza sino que
le felicita. “Demuestra la alta estima en que es tenido, por su experiencia,
capacidades y visión de los asuntos financieros”. ¿Pero estimado por quién?
¿Por los millones de desempleados? ¿Por los trabajadores con salarios que no
llegan a fin de mes? ¿Por los pacientes que no pueden pagar las recetas? ¿Por
los inmigrantes que son insultados, porque algunos damnificados de la crisis de
aquí les echan la culpa de su precariedad, sin darse cuenta que la
responsabilidad de su pérdida de derechos recae en esas entidades financieras
que causaron la crisis, se llevaron el dinero de las inversiones tóxicas, se
llevaron el dinero de los rescates, y se siguen llevando el dinero (uno de cada
cuatro euros de los Presupuestos Generales del Estado) para pagar la deuda que
asumió el Estado porque tenía que rescatar a los bancos?
Es tan brutal que cuesta digerirlo.
El tercer miembro de la Troika, el Banco
Central Europeo, que ya inyectó más de un billón de euros a los bancos durante
la crisis, anuncia ahora que habrá que ayudar otra vez a los bancos, en este
caso italianos. Por pura coincidencia, el Presidente del BCE, Mario Draghi, venía
de trabajar como vicepresidente para Europa en Goldman Sachs, cuando el
comportamiento codicioso de las entidades financieras gestaba la crisis de las
hipotecas basura y la Gran Recesión (2002-2006).
¿Quién creen ustedes que mandaba y manda
realmente? ¿La Troika o los bancos?
Al menos, los partidos políticos y las
organizaciones sindicales, en los ámbitos nacionales y europeos, deberían hacer
oír su voz con fuerza criticando estos comportamientos y deberían tomar medidas
para que no vuelva a ocurrir. Es un mal ejemplo desmoralizador para los ciudadanos
que sentimos que nos toman el pelo miserablemente. Si esas conductas son
legales, debe cambiarse la ley: prohibición radical de puerta giratoria y
control minucioso de los ingresos y patrimonio de estas personas desde que
dejen sus cargos, sean del partido político que sean.
Estos ejemplos ponen en evidencia que el
sistema no funciona (es decir, que funciona para los más poderosos pero no para la mayoría de las personas) y que debe
cambiarse si queremos una sociedad sin desigualdad, sin xenofobia, sin
terrorismo, con respeto a la dignidad de las personas, con respeto a los
derechos humanos, con oportunidades de vida en plenitud para los jóvenes y los
mayores, porque todo está relacionado. No es imposible, pero para ello es necesaria otra política. Desde la raíz.
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