Tenemos que cambiar el modelo de financiar la investigación y de fijar los precios de medicamentos. Es urgente acabar con los monopolios que suponen barreras al acceso, por precios abusivos y por el control de la producción según los intereses de las empresas y no de la sociedad.
La repetición de las cifras de personas contagiadas y fallecidas actúa como una forma de anestesia, en alguna medida hace que saturemos nuestra capacidad de atención y dejemos de sentir. En lo que llevamos de mes de julio se han contagiado otros doce millones de personas en el mundo, y han fallecido 240.000 personas por la COVID-19. Cada una de estas personas tiene su historia, su familia, tenía ilusiones y problemas, quería vivir. Podías ser tú, tu hermana. Si hubiera sido inevitable, solo cabe la resignación. Pero, en este caso, las muertes de estas 240.000 personas eran evitables.
En la reunión que se celebra hoy y mañana en el Consejo General de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se volverá a plantear la propuesta de más de cien países, encabezados por India y Sudáfrica, para suspender las patentes de las vacunas y tecnologías COVID mientras dure la pandemia. Lamentablemente, la Unión Europea volverá a oponerse, y la propuesta se volverá a rechazar, como viene haciéndose desde hace un año. ¿Cuál es la diferencia?
Si la investigación financiada con dinero público hubiera sido abierta y cooperativa, y los gastos privados de investigación se hubieran remunerado con un fondo global, si se hubieran concedido licencias no exclusivas, suspendiendo los monopolios de las patentes, transfiriendo la tecnología a todas las empresas con capacidad de fabricar vacunas en el mundo, haciendo contratos de compra anticipada para acelerar la producción, fijando precios de venta según el coste de fabricación, garantizando una distribución equitativa según población, estableciendo prioridades según grupos de riesgo, y apoyando las redes de administración locales, se podrían haber fabricado y administrado 8.000 millones de dosis, con un gasto de 15.000 millones de euros, y haber controlado la pandemia a finales de junio, con un 50% de la población mundial vacunada.
En cambio, a pesar de la financiación pública de la investigación, la UE ha seguido apoyando los monopolios de las empresas farmacéuticas, cediéndoles las decisiones de cuánto y dónde fabricar, a quién vender y a qué precio. De esta forma se habían producido y administrado a final de junio 3.000 millones de dosis, con un gasto de 45.000 millones de euros. Se había vacunado el 50% de la población de EEUU, la UE, Reino Unido, y China. Pero muchos países de África habían vacunado a menos del 1% de la población, India al 15%, Pakistán al 6% o Indonesia al 10%. Y mientras el virus seguía mutando y la pandemia seguía y sigue matando en Latino América, en Asia, y también en Europa y EEUU.
¿A quién beneficia esta forma de actuar? Desde luego a las empresas farmacéuticas titulares de los monopolios. Pero perjudica al conjunto de la ciudadanía.
A pesar de las altas tasas de vacunación en España hemos sufrido una quinta ola, con miles de afectados, y con un impacto económico negativo. Como ejemplo, el 44% de camas de UCI ocupadas por pacientes COVID en Cataluña (26/7/21), o la advertencia de no viajar a España desde Alemania o EEUU, afectando al turismo. Y siguen las restricciones, y las mascarillas, y la sensación de inseguridad. Mientras no estemos todos vacunados no hay ningún lugar seguro. En una pandemia es evidente que los monopolios en medicamentos matan. Pero no solo en pandemia. Los monopolios de las patentes aumentan exageradamente los precios de medicamentos para el cáncer, enfermedades cardíacas, u otras, impidiendo el acceso a millones.
Es preciso que los países reflexionen y tomen conciencia de que en medicamentos y vacunas el conocimiento debe ser libre, abierto, accesible a todos. La investigación debe ser cooperativa, para que se aceleren los descubrimientos, financiada con un fondo global, como los que se han generado para la pandemia. La comercialización de los productos debe ser a precio de coste, sin la especulación de “la bolsa o la vida”, como medicamentos genéricos. Este cambio permitiría a las empresas de medicamentos seguir fabricando, como cualquier otra industria, y recibiendo una compensación con un beneficio razonable, en la media de las industrias no farmacéuticas. Al evitar los beneficios abusivos se rompería el círculo vicioso que permite financiar marketing agresivo, que corrompe el sistema, que presiona para que los gobiernos acepten fijar precios exagerados, que influye para que los profesionales prescriban los medicamentos más caros, y provoca una sobre-medicación con efectos adversos muy importantes.
La pandemia es un aviso, al que los gobiernos de la Unión Europea no están haciendo caso, prefiriendo una estrategia de sálvese quien pueda. Pero esa estrategia tiene las patas muy cortas. Mientras no se disponga de acceso a las vacunas y medicamentos al mismo tiempo en todo el mundo el virus seguirá mutando. Así, la UE, reconociendo esta situación, ya ha tenido que firmar contratos de vacunas COVID para 2022 y 2023, por 1.800 millones de dosis, a 19,5 euros /dosis, más de 35.000 millones de euros que podrían ahorrarse y destinarse a más investigación y apoyo al desarrollo de los sistemas de salud de Europa y de otros países. (¿3ª, 4ª, 5ª y 6ª dosis, mientras otros países no tienen la primera?).
Vendrán otras pandemias. Y puede que sean más agresivas, con más letalidad. Entonces, si no hemos cambiado la forma de gestionar la investigación y la toma de decisiones sobre cuánto y dónde se fabrica, cómo se distribuye y a qué precio, la pandemia nos barrería del mapa. A toda la humanidad. Hemos visto un anticipo. Estamos a tiempo de reaccionar. De cambiar las cosas. De volver a recuperar el conocimiento médico como un bien de todos. De lograr que el medicamento sea un bien público. De que la sociedad, a través de sus gobiernos, tome el control y recupere un equilibrio que se rompió en 1994 al aprobar el Acuerdo sobre los Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Los próximos días 13 y 14 de octubre se volverá a reunir el Consejo ADPIC en la OMC. Ojalá España anime a la Unión Europea a iniciar un nuevo rumbo.
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