sábado, 27 de julio de 2013

Querido reboticario, querido Enrique Beotas


Ha muerto Enrique Beotas, director de La Rebotica. Se nos ha ido en el trágico accidente de tren ocurrido el miércoles por la noche, cerca de Santiago de Compostela.

Querido reboticario, querido Enrique, hasta hoy no me decido a escribirte porque no podía creerlo.  No parece posible que no estés, que tu voz haya callado para siempre. Has dedicado a la sanidad y a los sanitarios buena parte de tu vida y de tu corazón y sabes que en nuestro corazón quedas y que en nuestra memoria quedarán tu palabra y tu gesto, imborrables.

Con sus treinta años en las ondas, La Rebotica era el programa decano de la radio sociosanitaria española. Recuerdo cuando nos llamaste a varios amigos para participar en las tertulias de tu recién nacida Rebotica y, desde entonces cuántos programas, cuántos momentos en los que has compartido análisis, propuestas, logros, dificultades y sueños con cientos de reboticarios. Gracias por cuidar y querer a la sanidad española y a sus profesionales; gracias por contribuir a sumar fuerzas para que nuestro Sistema Nacional de Salud fuera cada día mejor; gracias por lograr que tus oyentes conocieran y apreciaran más al mundo sanitario a través de tus programas.

Has sido un gran creativo. Un caballero del ingenio y la palabra. Una voz inteligente y aguda. Siempre descubriendo nuevos caminos. Enamorado de la cultura y de los pueblos, de la vida, de la gente buena y de las buenas ideas. Siempre con una sonrisa, siempre con una canción a flor de piel.

Te veo con los cascos puestos como si dirigieras una orquesta, dando entrada a tus colaboradores e invitados, a la música que latía con tu sangre, cuidando los detalles, marcando el ritmo preciso, comunicando, entreteniendo, tendiendo puentes, señalando rumbos, con esa voz melodiosa con la que sabías tejer afectos y recuerdos.

Tu esposa y tu hija, a las que tanto querías, y a las que todos los reboticarios damos un enorme abrazo, podrán guardar para siempre en su alma la fuerza imbatible de tu alegría.

Yo no le temo a la muerte pero me duele la muerte del amigo como una ausencia , como una injusticia, como si me quedara sin aliento y solo saliera la pena por los ojos. No sé cuánto tardaré en verte, aunque estoy muy seguro de que ya andarás gestionando con San Pedro algún programa de radio por allá arriba para que tu voz no deje de estar cerca de nosotros.

Un fuerte abrazo.