lunes, 4 de enero de 2016

Segovia de Arana, figura clave de la sanidad pública en España



Hoy suenan a duelo las campanas de la sanidad española. Ha muerto Don José María Segovia de Arana. Una de las personas que más ha contribuido al desarrollo de la moderna medicina y la sanidad pública en España. Vaya mi sentimiento de pesar y cariño a su familia, a Pilar su secretaria, a sus amigos, sus pacientes, sus alumnos, sus compañeros, sus colaboradores, sus paisanos. Inteligente, trabajador, exigente, respetuoso, supo acertar en el desarrollo de iniciativas clave que impulsaron la formación, la investigación y la atención sanitaria de calidad en el sistema sanitario de la Seguridad Social, que sería la base del actual Sistema Nacional de Salud. Mencionaré solamente algunas de sus aportaciones:


La Clínica Puerta de Hierro, ese gran hospital que aunaba la atención médica de calidad, la formación y la investigación, que fue modelo de muchos hospitales de la red sanitaria pública, logrando un sello de calidad y excelencia. Y junto a la Clínica, la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma.


El desarrollo e impulso del Sistema MIR, para la formación de médicos internos y residentes, con un programa reglado, remunerado y supervisado, que supuso la mayor palanca del progreso de la medicina española, que la colocó entre las mejores de Europa y del mundo.

El Fondo de Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social, el FISS, que sirvió para incorporar con fuerza la investigación al sistema sanitario, y apoyar la formación continuada de los profesionales sanitarios en diferentes países.

El programa de la especialidad de medicina de familia, que Segovia impulsó, anticipando la importancia que debía tener la Atención Primaria en el Sistema Nacional de Salud.

Cada una de estas aportaciones ha sido fundamental para la sanidad española moderna. Y tiene la impronta del Profesor Segovia.

Fue también Presidente del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad,  Presidente del Patronato de la Fundación Jiménez Díaz. y Académico de la Real Academia de Medicina, impulsor del Centro Universitario de Salud Pública, y tantas otras cosas. En definitiva, Maestro, con mayúsculas, de la sanidad publica española, descanse en paz.

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Hace años, con motivo de su elección como académico, se organizó una cena de homenaje en la que pude dedicarle estos versos que el aceptó como un gesto de aprecio y que, según creo, a veces releía.


AL PROFESOR JOSE MARIA SEGOVIA DE ARANA
(homenaje, con cuarteto de música, por su ingreso en la Real Academia)

De Príncipes y de Reyes
supo ser sincero amigo,
pero pongo por testigo
a quien bien le conoció
de que también al humilde
supo tratar como igual,
pues a la Seguridad Social
con su esfuerzo ennobleció
cuando con tesón creó
su magnífico hospital.

La Clínica fue un modelo
de cómo hacer medicina:
con amor y con rigor,
y con respeto al enfermo,
para poder comprender
su proceso patológico
procurándole vencer
con el remedio más lógico.

Mas  no contento con eso
se comprometió a fundar
una nueva facultad
donde enseñar Medicina.
Y a la Autónoma prestó
su feliz inteligencia
para labrarle caminos
donde avanzara  la ciencia.

En su hospital emblemático
culminó su afán científico
y a su vocación de médico
sumóse  la de político.

Llegó así hasta el Ministerio
y su visión estratégica,
como por cosa de mágica,
dió carta de obligación
a la nueva formación
del Médico Residente.
Y ese fue seguramente
el paso más importante,
el triunfo más elocuente
que la sanidad logró
para que, al vencer el Siglo,
los médicos españoles
brillen entre los mejores
de este viejo Continente.

Mas cuando ya se marchaba
desde el Paseo del Prado
le dijo el señor Ministro:
- ¿Segovia, que me decís,
es que os veo preocupado?
- Si usted me deja Ministro,
quiero organizar el FISS.

Allá marchó, como siempre,
con su imparable energía,
con esa filosofía
que ama de verdad la ciencia,
a afinar el instrumento
con el que cientos y cientos
de buenos profesionales
pudieron investigar
para lograr mitigar
dolores, penas y males.

Muchas más cosas diría
de este hombre tan señero,
pero tantas cosas son
que se acabaría el día.

Diré, porque es obligado,
que lo acepto por Maestro,
y en mi modesta opinión,
por los méritos expuestos,
nuestro amado Profesor
es Maestro de Maestros.

Sea un colofón simpático
este homenaje cuartético
al Galardón Académico
del  ilustre Catedrático.

Por él levanto mi copa,
y termino ya diciendo
desde este rincón de Europa
que él ilumina viviendo:

“Muchas gracias, don Jose María,
y que Dios con bien siempre le guarde,
que su vida, de tanto amor alarde,
será para nosotros norte y guía”.



escrito en Madrid, febrero de 1998