miércoles, 4 de octubre de 2017

Cataluña: escenarios alternativos.

A lo largo de la historia la mayor parte de las independencias se han alcanzado con guerras. El peor escenario posible es una guerra civil de independencia. Me dicen que es imposible. Pero hemos visto la de los Balcanes muy cerca, con ciudades arrasadas, miles de muertos, refugiados despavoridos. Guerras que antes de empezar parecían imposibles, como en las antiguas repúblicas de la URSS. La guerra es el peor escenario. Siembra el odio y el miedo. En Cataluña se están creando las condiciones propicias. El enfrentamiento civil, el insulto a quien no piensa como tú. El cabreo de muchos, agudizado por los problemas económicos provocados por los más poderosos (como siempre ha sido en la historia, los que tienen sus millones en Suiza y Andorra) y que esos poderosos orientan hacia el “enemigo exterior”, el español, el catalán. El hecho es que la temperatura ha subido mucho; se ha acumulado mucho combustible. En las votaciones del 1-O hubo heridos inocentes, por el error del gobierno de España al mandar a las fuerzas de orden público a intervenir en una consulta pacífica que no supo prevenir ni evitar, y por la irresponsabilidad del gobierno de Cataluña al convocar esa consulta fuera de la ley. Ahora sólo falta que se produzca la proclamación unilateral de independencia y el reconocimiento de alguna potencia extranjera. Ya hay una policía autonómica armada, y quizá hubiera algún miembro del ejército dispuesto a sumarse. Y para financiar y fabricar armas seguro que hay muchos candidatos, como en los Balcanes, en Siria o en Yemen. Es un escenario terrible. El peor. Parece imposible, pero para ver qué camino debemos tomar hemos de tenerlo presente. Insisto, lo que se está viviendo estos días en Cataluña era impensable hace seis meses.

Hay otros escenarios, pero no se hacen solos, hemos de construirlos. El mejor desde mi punto de vista es que Cataluña siga formando parte de España mediante una reforma constitucional que permita que la mayoría de catalanes se sientan vinculados a un proyecto ilusionante. No forzados. No vencidos. Un acuerdo que sume mayorías. La Constitución necesita reformas para consolidar un Estado Federal, plurinacional, con una fuerte autonomía (como la que ya disfrutamos), con una financiación adecuada y justa (basada en una reforma fiscal que genere recursos suficientes porque obligue a pagar a los más ricos y a las grandes corporaciones y erradique el fraude y la ingeniería fiscal agresiva), con unos órganos de toma de decisión federales que hagan más eficiente y armonizado el ejercicio de las respectivas competencias. Una reforma en la que se deberá discutir la posibilidad de reconocer el derecho a decidir la separación de España, mediante referéndum en la CCAA con garantías suficientes de participación y mayoría cualificada. Una reforma que, reconociendo diferencias competenciales y en estructuras de gestión y gobierno, garantice a todos los españoles iguales derechos.

Para este segundo escenario es preciso avanzar con firmeza y claridad. Si no se dan pasos firmes, el primer escenario irá ganando terreno. Y los que lo propician en uno y otro lado, sí que van deprisa, por acción o por omisión. El Gobierno de España debe agilizar las conversaciones con todos los grupos políticos con representación parlamentaria y explorar posibilidades. Debe hablar con todas las CCAA. Y, sobretodo, debe hablar con el gobierno catalán. Es urgente que inicie conversaciones formales. Debería hacerlo en esta semana. Mientras tanto se debe trabajar lealmente en la Comisión constituida en el Congreso para el estudio de la reforma del modelo territorial.  

¿Otros escenarios? Previsiblemente el gobierno catalán seguirá impulsando acciones de presión en la calle y en los medios, y buscando respaldo internacional. Probablemente declarará unilateralmente la independencia. El gobierno de España seguirá insistiendo en que esto es ilegal, y seguirá tratando de que el problema lo resuelvan los jueces y las fuerzas de orden público. Y el clima seguirá enrareciéndose en Cataluña (donde la división entre antiguos amigos, vecinos y compañeros es ya tremenda) y en España. La declaración de independencia por sí no modifica las cosas. Ahora ya está habiendo una desobediencia “selectiva” puesto que los miembros del gobierno siguen acudiendo a los Tribunales, y los impuestos se siguen pagando a la hacienda nacional. El problema será si la Generalitat ordena que los impuestos y las cotizaciones sociales empiecen a pagarse en la hacienda autonómica. Ahí sí habría independencia real y el gobierno de España debería actuar con rotundidad. Y la escalada de tensión aumentaría. La inacción política actual conduce a la violencia. Al toque de queda. A la guerra. No dramatizo. Es un escenario posible. Y es el peor.

La intervención del Rey ayer subrayó la gravedad del momento, pero resultó insuficiente. Describió los síntomas de lo que está pasando, pero no se preguntó por las causas: se ha incumplido la ley por las autoridades de Cataluña, y esto es “deslealtad inadmisible”. Pero ¿por qué? ¿Qué ha pasado en estos siete años desde la sentencia del Tribunal Constitucional que modificó el Estatut? ¿Por qué han aumentado los catalanes que quieren la independencia? ¿Qué esfuerzo se ha hecho para recuperar un proyecto común ilusionante en el que todos tengamos cabida? Lo mejor del discurso fue su apelación a la concordia y al entendimiento. Eso necesita reformas. Las reformas necesarias deben hacerse de acuerdo con la Constitución, pero deben hacerse, y los líderes políticos deben contar qué proyecto de país tienen para España. Más medidas de fuerza sin una acción política que abra las puertas a la negociación y al diálogo no podrán lograr acuerdos, entendimiento y concordia ¿Va a ordenar el gobierno de España detener al gobierno de Cataluña, y a la mesa del Parlament, y a miles de ciudadanas y ciudadanos por incumplir las leyes? Esa escalada llevará a más división, más desafecto, más odio y más violencia.

Sin duda, la Constitución y las leyes deben ser el marco del diálogo para construir juntos el nuevo escenario político. Pero, el gobierno de España debe ofrecer un escenario alternativo viable, inclusivo. Y, si el gobierno de España no avanza en el proceso de diálogo eficaz en los próximos días, el PSOE debería impulsarlo buscando una nueva mayoría parlamentaria. Si fuera necesario con unas elecciones generales. Es complicado, pero lo peor es la posibilidad de que nos veamos abocados, paso a paso, día a día, al horrible escenario de una guerra civil de independencia o al desgarro irreversible de la convivencia entre las personas que vivimos en Cataluña y en el resto de España. Y esto ya está pasando.

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