miércoles, 18 de diciembre de 2019

¿Puedes ser imparcial cuando emites un juicio, si estás recibiendo dinero de quien va a ser juzgado? El sentido común y la evidencia dicen que no.


Deborah Cohen y Ed Brown, de la BBC Newsnight nos cuentan que las Guías Clínicas Europeas para el tratamiento de formas severas de enfermedad cardíaca están en revisión a partir de una investigación realizada por este programa (1).

La Guía recomendaba el uso de stent o de cirugía cardíaca indistintamente para pacientes de bajo riesgo con obstrucción de la arteria coronaria izquierda, siguiendo el ensayo clínico Excel, patrocinado por Abbot. El estudio lo dirigió el Dr Gregg Stone.

En el ensayo se utilizó una definición de infarto (heart attack) que no es la “universal”. El trabajo fue publicado en New England Journal of Medicine. Pero los investigadores no publicaron los resultados que obtuvieron utilizando la definición universal. Con el  criterio anterior, el 80% de los pacientes con stent tuvieron más ataques cardíacos que los que tuvieron cirugía.

El programa Newsnight tuvo conocimiento de que mientras se estaba escribiendo la guía clínica, el Consejo de Seguimiento de la seguridad de los datos había mostrado su preocupación, en relación con la mortalidad más elevada en pacientes que recibían stent.

¿Conflicto de intereses? El Dr Gregg Stone, declaró que había recibido dinero de 20 compañías médicas privadas, varias de las cuales estaban relacionadas con la implantación de stents. También era director del TCD, una conferencia médica anual financiada por alguno de los mayores fabricantes de stents, Abbot, Boston Scientific y Medtronic. La mitad de los investigadores que participaron en el Ensayo Clínico, y un tercio de los que redactaron la guía, declararon ingresos de compañías que fabrican stents.

El Profesor Nick Freemade, que colaboró en la guía clínica, señaló a Newsnight que él nunca habría aceptado que los tratamientos eran intercambiables si hubiera visto los datos omitidos. Según él, el resultado de hacer la recomendación equivocada es que pacientes con enfermedad coronaria izquierda a los que se les hubiera implantado stents morirían, cuando podían haber vivido más tiempo si hubieran sido tratados con cirugía.

Parece evidente que no es bastante con que se declare que se han recibido ingresos de una empresa con intereses económicos en la utilización de un producto. Está demostrado que esta relación económica influye en el receptor, en su comportamiento, en su decisión. Por lo tanto, si existe esa relación económica las revistas científicas deberían rechazar cualquier estudio dirigido por esa persona, presuponiendo que va a estar sesgado, de forma consciente o inconsciente. De la misma forma no deberían formar parte de los equipos redactores de guías clínicas personas que reciben dinero de la industria.

Entonces ¿cómo se harían los estudios? La clave está en el cambio de modelo con el que se financia la investigación. En lugar de hacerlo a través de los sobre-precios de los medicamentos, los gobiernos deberían poner precios justos (coste) y financiar directamente la investigación a través de un fondo global (2). Entretanto, los gobiernos podrían hacer un descuento sobre ventas de los medicamentos para financiar la formación y la investigación de forma independiente.


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