sábado, 3 de agosto de 2024

Propuesta para la atención pública a la Salud Mental

(Artículo publicado en infoLibre, el 1 de agosto de 2024)

https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/propuesta-atencion-publica-salud-mental_129_1853081.html 

Fernando Lamata, psiquiatra. Begoña Olabarría, psicóloga clínica.

 

La atención a los problemas de salud mental está en crisis (1; 2; 3; 4; 5). En el debate abierto se pone de manifiesto que: 1) la demanda de atención a problemas de salud mental ha crecido en los últimos años. 2) los servicios especializados de salud mental en la sanidad pública, muy limitados desde hace tiempo, se han visto desbordados (las listas de espera para psicología clínica y psiquiatría superan en ocasiones un año, los profesionales, con frecuencia, no pueden volver a ver al paciente hasta pasados seis meses, en muchas ocasiones no es el mismo profesional que atendió al paciente la vez anterior, y el tiempo de atención en consulta es insuficiente). 3) el 50% de las personas que utilizan consulta de psicología clínica, y un alto porcentaje en psiquiatría, lo hacen ya por la privada, costeándose la atención, generándose una nueva discriminación, en este caso en el acceso a la atención por razones socioeconómicas, cuando el mayor incremento de la demanda se sitúa primordialmente en población de menores recursos. 4) el retraso en la intervención y la falta de tiempo se traduce en un peor abordaje del problema, aumentando el sufrimiento de la persona afectada, impulsando una respuesta profesional individualista y atomizada, fuera de una comprensión de equipo y acción comunitaria (fragilizando gravemente dicho marco).

En el debate abierto se hace hincapié en el hecho que parte de esta demanda viene determinada y expresa problemas sociales que se traducen en tensiones que crean condiciones para el malestar psíquico (pobreza, inestabilidad laboral, presión de las redes en internet…). Son problemas y cambios que, aunque se expresen en una tensión emocional requieren soluciones sociales, y búsquedas de afrontamientos en grupos y organizaciones que vertebren al individuo en la comunidad, aporten sentido a las tensiones emocionales y comprensión de estos procesos favoreciendo una comprensión de la prevención operativa, hasta ahora inexistente, frente a la comprensión de fragilidad psíquica individual y su correlato diagnóstico. 

Junto a estos malestares están los problemas mentales que requieren atención especializada en salud mental. También en este punto se abre un debate sobre la fiabilidad de las categorías diagnósticas, sus carencias epistemológicas, su imposibilidad de aportar explicación de origen o proceso, y de los criterios por los que un profesional concluye que una persona sí necesita tratamiento y cuál y con qué participación del ciudadano. Cabría señalar aquí un relativo sobre diagnóstico, que vincula sus intereses con la industria farmacéutica y los intereses de los enfoques de atención biologicistas dominantes en los ámbitos hospitalario y académico de la psiquiatría, que conlleva inadecuada medicalización y culpabilización individualista y favorece inadecuadas creencias de fragilidad psíquica en muchas de las demandas de atención. En todo caso, aplicando las categorías diagnósticas utilizadas habitualmente (ICD, DSM), muchas personas que presentan un trastorno mental que les produce sufrimiento y limita su autonomía, demandan un tratamiento que podría ayudarles en su proceso de recuperación. Y, como hemos visto al principio, en el momento actual, no están obteniendo una respuesta apropiada. ¿Qué está pasando?

 

El modelo de atención definido en la Reforma Psiquiátrica, y en las Estrategias de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud, es el modelo de salud mental comunitaria, con un enfoque de recuperación, que favorece un marco de red para la continuidad de atención y el conocimiento del contexto significativo del paciente con sufrimiento psíquico. Pero la realidad actual de la atención sanitaria en salud mental, debido principalmente a la falta de recursos humanos (y al dominio del biologicismo que además establece jerarquías corporativistas entre los profesionales que empobrecen las dinámicas de relación interprofesional en los equipos), es que se está poniendo el eje en la atención hospitalaria y el tratamiento farmacológico. De tal manera que, del gasto público en salud mental se destina un 45% a hospitales y un 40% a medicamentos. El modelo vigente en la práctica, vacía mayoritariamente los contenidos de los términos del modelo de la salud mental comunitaria, de lo biopsicosocial, y esconde un reduccionismo biologicista apoyado por las publicaciones, diseños, e intereses millonarios de la industria farmacéutica, que controla la formación de profesionales, patrocina las guías clínicas y orienta la investigación al desarrollo de nuevos fármacos. 

El retraso en el diagnóstico y la intervención, el recurso a las urgencias y la hospitalización, y la falta de medios, conduce al aumento de ingresos involuntarios, contención forzosa y privatización de los servicios. Nosotros, con otros muchos, pensamos que el modelo de atención definido en las Estrategias de Salud Mental es válido: lo que falta es financiación y diseñar los procedimientos operativos de evaluación. Desde la crisis financiera de 2008, y, sobretodo, a partir de 2012, se redujeron recursos en los servicios públicos de salud mental, que entonces todavía eran muy insuficientes. Si comparamos con países europeos avanzados, España tiene la mitad de psiquiatras por 100.000 habitantes, la tercera parte de psicólogos clínicos (para lo que se deben solucionar cuestiones básicas pendientes, como el itinerario formativo de la Psicología Clínica, que los poderes psicologistas vienen frenando), y una falta significativa de enfermeras de salud mental, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, monitores, y otros profesionales. 

Es preciso duplicar el gasto sanitario en salud mental, del 5% al 10% de gasto sanitario público total, para poder desarrollar el modelo de salud mental comunitaria, con equipos multiprofesionales en Centros de Salud Mental, como eje del modelo de atención territorializado, capaces de ofrecer programas de prevención, diagnóstico precoz, intervención temprana, tratamiento asertivo comunitario, psicoterapia, intervenciones sociales, apoyo familiar y tratamiento farmacológico en caso necesario. La red de servicios contaría, además con el apoyo hospitalario y de una red completa de servicios intermedios. En este modelo de atención comunitaria enfocado a la recuperación, hemos de subrayar el papel protagonista de la persona con experiencia propia en la definición y gestión de su programa de atención, y el respeto a sus derechos humanos. Resulta clave la incorporación de personas con experiencia propia a los Equipos de Salud Mental, así como en la necesidad de contar con pacientes y familiares en la definición de nuevas Estrategias o Reformas.

Si seguimos no invirtiendo lo necesario en atención sanitaria a salud mental (insistimos: hay que duplicar recursos, en un horizonte de 4-8 años), las personas que tengan medios irán, cada vez más, a la privada, y las que no, recibirán una atención tardía y de baja calidad en la pública. Es urgente que el gobierno de España y los gobiernos autonómicos definan con precisión las necesidades de recursos y la financiación necesaria, y doten a los servicios de salud mental con suficiencia, asegurando que los servicios se orienten hacia un enfoque comunitario y de recuperación.

 

(1)https://elpais.com/opinion/2024-07-11/la-salud-mental-y-los-peligros-del-reduccionismo.html

(2)https://blogs.publico.es/dominiopublico/63636/como-afrontar-el-aumento-de-problemas-de-salud-mental/?utm_source=whatsapp&utm_medium=social&utm_campaign=web&doing_wp_cron=1721633399.2687730789184570312500

(3)https://blogs.publico.es/otrasmiradas/84805/un-debate-abierto-sobre-la-salud-mental-y-sus-alteraciones/

(4)https://elpais.com/opinion/2024-07-16/una-mirada-amplia-a-la-salud-mental.html

(5)https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/buena-salud-mental_129_8628458.html

 

lunes, 8 de julio de 2024

¿Está señalando el aumento de pólizas privadas de seguro sanitario el deterioro de la pública?

La primera oleada del Barómetro Sanitario 2024, publicado recientemente por el Ministerio de Sanidad, muestra un dato bien preocupante: un 33,6% de la población tiene contratado un seguro sanitario privado (1). 23,9% un seguro personal, y 9,7% un seguro de empresa. Equivale a 16 millones de personas. Hace 10 años el porcentaje de población con seguro privado era la mitad. 

 ¿Qué está pasando? 

 

En los últimos años la valoración del Sistema Sanitario por parte de la población ha empeorado. El porcentaje de personas que opinaban que la sanidad pública funcionaba bien o muy bien ha pasado de 73,9% en 2010 a 54,6% en 2024. Son casi 20 puntos menos. La población está preocupada por la sanidad. En otro Barómetro, el que publica mensualmente el CIS, vemos que la sanidad es el segundo problema que más afecta personalmente a los españoles (2). Afecta a un 23% de la población, por detrás de los problemas de índole económica (26%), y por delante de vivienda (17%), o calidad del empleo (16,4%) y el resto de problemas analizados.

 

El aspecto que peor valora la población es el tiempo de espera, las listas de espera para acceder a una atención. En efecto, en Atención Primaria solamente se pudo atender en el día de la solicitud o al día siguiente a un 25% de las personas que demandaron consulta. El resto, un 75%, tuvo que esperar una media de 8,34 días. Esta espera quiebra la lógica de la Atención Primaria y fuerza a muchas personas a ir a urgencias o buscar solución en la privada. Por otro lado, en consultas de otras especialidades un 41% de los pacientes debieron esperar más de 3 meses para ser atendidos. Y respecto a los ingresos programados en hospitales, un 31,5% de los pacientes debieron esperar otros más de 3 meses. A esto hay que añadir las demoras en las pruebas diagnósticas, que también pueden ser de meses.

 

Las esperas demasiado prolongadas aumentan el sufrimiento de las personas, la incertidumbre, la desconfianza y el malhumor. Y, como se ha puesto de manifiesto, muchas de estas personas buscan la atención en la sanidad privada. En el caso de la salud mental hasta un 44,7% de las consultas fueron atendidas ya por la sanidad privada, debido a la falta de una respuesta adecuada en la sanidad pública.

 

La causa de estas deficiencias en la atención, y de la deriva hacia la sanidad privada es, principalmente, la falta de personal. Puede que el número de personas contratadas sea el mismo, pero se debe tener en cuenta la disponibilidad real de tiempo. Por ejemplo, si se introducen nuevos derechos laborales, lo cual está muy bien, como el permiso de paternidad, se debe prever la ampliación de recursos. O si se autoriza reducción de jornada por causa justificada, se debe ampliar la dotación de forma proporcional, etc. En segundo lugar, hay problemas de organización, de motivación, que tiene que ver también con la remuneración apropiada y la evaluación del desempeño. Otro aspecto importante es la dotación de equipamiento y el buen mantenimiento de equipos e instalaciones. 

 

El Barómetro también muestra un problema de percepción de desigualdad en la atención. Un 40% de la población pensaba que no se reciben los mismos servicios sanitarios según la CCAA donde se reside.

 

Así mismo, el Barómetro recoge un dato llamativo: en los últimos 12 meses, un 3,9% de personas dejaron de tomar medicación que les había recetado un médico de la sanidad pública, porque no se lo pudo permitir por motivos económicos. Equivale a 1.860.000 personas. Me pongo en la piel de esas personas. Vas a tu Centro de Salud, la doctora te prescribe un medicamento que considera que necesitas para tratar tu proceso patológico y lograr una mejoría, pero no puedes pagarlo. Y esto ocurre en un Sistema Sanitario que se supone que se financia con los impuestos de todos para que todos tengan acceso igual y sin discriminación por su capacidad económica. No me parece justo. Y duele más esta situación sabiendo que estamos pagando en medicamentos 10.000 millones de euros anuales en precios excesivos y medicamentos innecesarios. Todas las personas que necesiten un medicamento eficaz y correctamente indicado, deberían poder acceder a él sin problema.

 

El Sistema Nacional de salud, desde los recortes aplicados a la sanidad en la crisis financiera de las hipotecas basura (para salvar a las entidades financieras, causantes de la crisis), no se ha recuperado. Y la tendencia no es buena. Pérdida de confianza, deriva hacia la sanidad privada, acompañada de discursos de sálvese quien pueda, de bajadas de impuestos (sobre todo a los ricos), reducción del sector público, y que el que no pueda se fastidie.

 

Hay otra alternativa. En primer lugar, una reforma fiscal eficaz, acorde con la Constitución que exige impuestos progresivos, donde paguen más lo que más tienen (que ahora no están pagando). Si las grandes corporaciones y las grandes fortunas pagaran como lo hacen los trabajadores y los pensionistas, existen en nuestro país recursos más que suficientes para recuperar la dotación necesaria en sanidad, servicios sociales, educación, etc. Por otro lado, la reforma del modelo de financiación a las Comunidades Autónomas, con una distribución equitativa y mecanismos de garantía de inversión en sanidad para que todas las personas tengan acceso a un buen servicio sanitario. Esto exige reforzar la coordinación y la capacidad de gobierno del sistema, con una evolución en sentido Federal. Y, por supuesto, mejorar la eficiencia, asegurando que no se despilfarran recursos. En especial, abordar una política farmacéutica que vaya dirigida a una remuneración justa de los medicamentos, reduciendo el gasto farmacéutico público en más de 10.000 millones de euros anuales, y utilizando esos medios para otras necesidades del sistema, como personal y medios de trabajo adecuados.

 

A mi juicio, para corregir el deterioro del SNS no vale con medidas parciales y coyunturales. Es preciso un abordaje a fondo, con un compromiso de todos los gobiernos autonómicos y el impulso decidido del gobierno de España para recuperar un Sistema Sanitario público de calidad y para todos.

 

(1)

https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/BarometroSanitario/Barom_Sanit_2024/Marginales_1era_oleada_Es3455_def.pdf

 

 (2)

https://www.cis.es/documents/d/cis/es3463mar-pdf


lunes, 3 de junio de 2024

Tratado de Pandemias: Los gobiernos se han sometido a los grandes poderes económicos

 La Asamblea Mundial de la Salud se ha reunido en Ginebra entre el 27 de mayo y el 1 de junio. Uno de los temas estrella que debería haberse aprobado es el Tratado de Pandemias.

En diciembre de 2021 la mayoría de países, sobrecogidos por el impacto de la pandemia de COVID-19, acordaron poner en marcha un Grupo Internacional Negociador, con representantes de todos los países, para discutir y acordar un Tratado de Pandemias (TP) que se aprobaría en la Asamblea Mundial de la Salud de 2024. Nueve rondas de negociaciones, durante estos más de dos años, no han sido suficientes llegar a un acuerdo antes de la Asamblea. 

 

Los representantes de los países del Norte quieren que todos los países (sobre todo los del Sur Global) garanticen un intercambio transparente de información en tiempo real sobre aparición de brotes potencialmente peligrosos, cesión de muestras de patógenos y secuencias genómicas, etc. Estos datos pueden ayudar para prevenir y controlar la posible pandemia en los países del Norte y para investigar diagnósticos, vacunas y otros tratamientos, que podrán lograr importantes ganancias para los ejecutivos de las grandes empresas farmacéuticas.

 

Los países del Sur Global, lo que piden es que los diagnósticos, vacunas y otros tratamientos que se desarrollen para combatir una pandemia sean accesibles para todas las personas, en todo el mundo, de forma equitativa. Esto requiere la suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual (patentes y otras exclusividades que generan monopolios de producción y comercialización), la transferencia obligatoria e inmediata de conocimientos y tecnologías, la fabricación en todas las plantas acreditadas en todo el mundo, y la venta a precio de coste de fabricación. 

 

Las grandes empresas farmacéuticas y los gestores de fondos de inversión que son sus principales accionistas institucionales presionaron a sus gobiernos para que se opusieran a las versiones iniciales del TP: “Mejor sin tratado que un mal tratado”, declaró la Federación Internacional de Fabricantes de Medicamentos (IFPMA) en octubre de 2023. Su argumento, repetido machaconamente, es que si se suspenden los derechos de propiedad intelectual no habrá investigación. Esto es falso, ya que la mayor parte de la investigación de todos los medicamentos ya tiene financiación pública directa. Y en la pandemia de la COVID-19, además de la financiación de centros y proyectos, se llevó a cabo la compra anticipada de vacunas, con lo que toda la financiación de la investigación tuvo cobertura pública, de forma directa o indirecta. La razón de los ejecutivos de las grandes empresas es otra.

 

Veamos: si las vacunas y otros productos hubieran podido fabricarse por empresas de genéricos en los cinco continentes, y comercializarse a precio de coste, se hubieran podido vacunar a todas las personas en todo el mundo, con un coste de 20.000 millones de euros, varias veces menos de lo que nos gastamos solamente los países ricos. En este caso, las empresas habrían obtenido un beneficio, razonable, de 2.000 millones de euros. Pero, con los derechos de propiedad intelectual y los monopolios que les ceden los gobiernos, las empresas pudieron decidir quién fabricaba, cuánto fabricaba, dónde fabricaba, a quién vendía y a qué precio. De esa forma, millones de personas en el Sur Global no pudieron acceder a las vacunas, pero (ésta es la clave) las empresas obtuvieron unas ventas superiores a los 200.000 millones de euros, con unos beneficios de más de 170.000 millones en dos años. Comparando entre 2.000 y 170.000 millones de beneficios es lógico que las empresas y los gestores de fondos de inversión quieran evitar la suspensión de las patentes. Los bonos y ganancias para cada uno de ellos son significativamente diferentes. Ahora bien, lo que no es lógico es que los gobiernos no impongan los intereses generales por encima de los intereses de unos cientos de ejecutivos. Es una vergüenza. Porque esas decisiones cuestan vidas, más de 9 millones de vidas que podrían haberse conservado si se hubieran vacunado y tratado en el Sur Global al mismo ritmo que en el Norte. Además, el daño nos afecta a todos, no solo al Sur. El impacto económico negativo y el sufrimiento en pérdida de vidas humanas y enfermedad también afectó a países del Norte, y todavía se arrastra.

 

A pesar de todo, la presión de la gran industria farmacéutica sobre EEUU, la UE, Japón, Reino Unido y otros países ricos ha tenido más fuerza y ha bloqueado el TP. La Asamblea Mundial de la Salud acordó el último día de sesiones, 1 de junio, que se ampliaba el plazo de negociación durante un año más, hasta la próxima Asamblea.

 

Sí se ha aprobado, en cambio, la modificación del Reglamento Sanitario Internacional (RSI), que se discutía en paralelo. Este sí que interesaba a los países del Norte. Define la emergencia pandémica, pide a los países que refuercen sus sistemas de vigilancia epidemiológica y la colaboración con países vecinos, y que agilicen las notificaciones a la OMS. Y sobre acceso a vacunas y medicamentos, dice que se creará un mecanismo de coordinación financiera para apoyar a países de bajos ingresos. Buenas palabras. Pero el TP, que debía exigir la suspensión de patentes y la transferencia de tecnologías, queda bloqueado.

 

El Director General de la OMS se ha mostrado satisfecho: “La decisión de concluir el TP dentro del próximo año demuestra con qué fuerza y urgencia lo desean los países, porque la próxima pandemia es una cuestión de “¿cuándo?”, no de “si””. Una declaración muy optimista (¿o debería decir cínica?), ya que la “urgencia” no ha logrado un acuerdo en tres años de debates. Esa visión negativa es la que han expresado los países del bloque africano.

 

El informe de evaluación del desempeño del SNS frente a la pandemia COVID-19 afirma que “una nueva pandemia de virus respiratorio de alta gravedad no solo es posible, sino probable, a corto o medio plazo”. La nueva pandemia podrá ser más dañina que la de COVID-19, podrá tener la misma contagiosidad y más letalidad. Es una posibilidad real y, seguramente, ya se está gestando en algún rincón del planeta. Estos días hemos visto que en EEUU se ha detectado contagio de gripe aviar (H5N1) a ganado vacuno, y hay tres personas contagiadas. Son avisos. Pero la fuerza de los beneficios empresariales tapona los oídos y el corazón de los políticos. Sería lamentable que tuviéramos que sufrir una nueva pandemia, con más de 300 millones de muertos en el mundo, para que los gobiernos reaccionaran.

viernes, 31 de mayo de 2024

Si yo debo morir

Refaat Alareer, un poeta palestino, tuiteó este poema el 1 de noviembre de 2023, días antes de morir bajo las bombas en Gaza. Creo que es bueno escucharle una vez más, porque las bombas, por desgracia, siguen cayendo: 


 SI YO DEBO MORIR, DEJA QUE SEA UN CUENTO 

 Si yo debo morir 
 tú debes vivir 
 para contar mi historia, 
para vender mis cosas 
 y comprar una pieza de tela 
y algunas cintas 
(que sea blanca, con una cola larga), 
para que un niño 
en algún lugar de Gaza 

mientras mira al cielo en sus ojos
esperando a su padre, 
que se fue en llamas, 
y no se despidió de nadie, 
ni siquiera de sus seres queridos, 
ni siquiera de sí mismo 

vea la cometa, 
mi cometa, que tú hiciste, 
volando hacia lo alto, 
y piense por un momento 
que un ángel está ahí
trayendo de vuelta el amor. 

 Si yo debo morir 
deja que traiga esperanza, 
deja que sea un cuento. 

(traducido del inglés por F Lamata)


Es un poema muy hermoso. Y es muy duro porque Rafaat no debía morir, pero murió. Ahora el poeta nos pide que contemos su historia. Para que su muerte traiga esperanza. Las personas no mueren si no olvidamos. ¿Qué podemos hacer para que en Gaza y en todos los lugares del mundo que sufren guerras, se abra paso la paz? Opinar, votar, influir en la medida de nuestras posibilidades, contar este cuento...

No debías morir Rafaat, pero te mataron. Que tu historia, y la de todos los que han muerto en las horribles trincheras de las guerras y el terrorismo, el cualquier lugar planeta, nos animen a trabajar por la paz.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Retos de la sanidad española para el 2024

(Artículo firmado por Ramón Gálvez y Fernando Lamata en el diario.es)

 

La sanidad pública española viene soportando un debilitamiento progresivo, iniciado con la aplicación de las soluciones que se adoptaron durante la crisis financiera de 2009. Recordemos que, como respuesta a la crisis, se produjeron importantes recortes en los presupuestos públicos, ocasionados por el enfoque neoliberal empleado para tratar de contener el déficit y rescatar a las entidades financieras. Como resultado de la aplicación de esta estrategia económica, la sanidad pública ha sufrido graves problemas para responder adecuadamente a las necesidades y demandas de la ciudadanía. Llamativamente se ha ido produciendo una pérdida de profesionales provocada por un conjunto de medidas para reducir el gasto sanitario, como la no cobertura de plazas, la no renovación de contratos, la utilización abusiva de la contratación temporal, etc. El empeoramiento de las condiciones de trabajo y la falta de recursos ha generado un deterioro de la calidad de la atención, un aumento inaceptable de los tiempos de espera y el cansancio y agotamiento de los profesionales sanitarios. Es urgente para la Sanidad española romper esa inercia negativa en 2024 y comenzar un proceso de recuperación. 

 

El Barómetro del CIS del pasado noviembre preguntaba el grado de preocupación por la asistencia sanitaria pública. Un 46,3% de encuestados contestaron que les preocupaba mucho. Un 32,1% contestaron que bastante. Es decir, casi un 80% está bastante o muy preocupado por la sanidad. En el mismo Barómetro, la sanidad es el segundo problema que más preocupa personalmente a la población. Las señales de alerta están encendidas y es imperativo que respondamos para recuperar la calidad perdida del Sistema Nacional de Salud (SNS) y consolidar su futuro.

 

A nuestro juicio no bastan medidas coyunturales ni reactivas. El gobierno de España debe impulsar y liderar a los gobiernos de las Comunidades Autónomas para desarrollar una serie de estrategias de recuperación, abordando temas clave para el SNS. Una condición previa es, sin duda, la financiación adecuada. Se debe ampliar la financiación del Sistema Nacional de Salud en torno a 20.000 millones de euros anuales, para recuperar los recortes y hacer frente al crecimiento y envejecimiento de la población. Esa financiación adicional debería tener carácter finalista, completando el marco de financiación autonómica, mediante acuerdos bilaterales, que permitan impulsar estrategias concretas y controlar su cumplimiento. Un SNS bien financiado, donde el gasto sanitario público suponga el 85% del gasto sanitario total, es el requisito básico para conseguir que el sistema público de salud recupere su prestigio y el reconocimiento de la calidad de sus resultados. Conviene señalar que en el mismo Barómetro citado más arriba, el 89,1% los encuestados opinan que habría que aumentar el presupuesto sanitario.  ¿Cuáles serían las estrategias a definir e impulsar prioritariamente con esos recursos adicionales?

 

En primer lugar, la centrada en el personal sanitario. Es imprescindible garantizar la suficiencia de profesionales sanitarios, de las diferentes cualificaciones y especialidades en todo el territorio nacional, mejorando sus condiciones de trabajo, su remuneración, su estabilidad, su formación continuada y su liderazgo, así como su participación real y efectiva en la toma de decisiones. Una dotación suficiente permitirá abordar el problema de los tiempos de espera exagerados, tanto en atención primaria como en atención hospitalaria.

 

En segundo lugar, un elemento nuclear, la Atención Primaria. Es una prioridad recuperar la capacidad de respuesta de la atención primaria mediante la dotación de personal, infraestructuras y equipamiento adecuados, actualizando el modelo de trabajo y las competencias, y asegurando la coordinación con atención hospitalaria y servicios sociales, para desarrollar eficazmente su papel central en la prevención y promoción de salud.

 

En tercer lugar, la Salud Pública. Siguen sin tomarse medidas desde la pandemia de la COVID-19 cuando se evidenció la debilidad estructural de la salud pública. Es preciso crear la Agencia Estatal de Salud Pública, y es necesario reforzar las dotaciones de los servicios de Salud Pública de las CCAA, y actualizar la legislación para prevenir y responder adecuadamente a nuevas emergencias de salud. La inversión en Salud Pública deberá priorizar la superación de las desigualdades en salud de los colectivos más vulnerables. 

 

La Salud Mental es la cenicienta del SNS. Dispone de la mitad del presupuesto que sería necesario para ofrecer una atención de calidad, sin esperas, con enfoque comunitario, integral, y con protagonismo de las personas afectadas. Los problemas de salud han aumentado, marcadamente en los jóvenes, y la respuesta de la sanidad pública es muy insuficiente. Además, esas carencias propician una reorientación hacia lo biológico (los fármacos) y el hospital, frente a lo biográfico, lo social y comunitario, así como una derivación hacia la sanidad privada.

 

Un quinto aspecto de inexcusable abordaje es la Política Farmacéutica. El exceso de gasto en medicamentos, por sobre-precios y por utilización inadecuada, supone alrededor de 10.000 millones de euros anuales, que van a las cuentas de resultados de las grandes empresas farmacéuticas y que deberían utilizarse, junto con el aumento de la financiación citada más arriba, para recuperar la salud de nuestra sanidad. Para lograrlo, revisar y modificar las bases de la política farmacéutica con un planteamiento dirigido a disminuir y controlar el gasto farmacéutico, es una política imprescindible.

 

Finalmente, el replanteamiento de la coordinación en el SNS es una tarea ardua pero clave para el futuro a corto y medio plazo. Es preciso reforzar el Ministerio de Sanidad, dotándolo de personal cualificado a todos los niveles para que pueda llevar a cabo sus funciones con solvencia: la universalización sanitaria (incluyendo la incorporación de la asistencia sanitaria de MUFACE y otros subsistemas residuales), la supresión de incentivos fiscales a seguros privados, la ampliación del catálogo de prestaciones, y la coordinación, elaboración e implantación de las estrategias señaladas en los párrafos anteriores. Al mismo tiempo que se estimula la cooperación, se impulsa la coordinación, y se amplía la presencia en las políticas europeas y en la Organización Mundial de la Salud, se debe modificar el funcionamiento del Consejo Interterritorial del SNS, para que pueda asumir su papel de órgano eficaz de toma de decisiones. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve que es fundamental reforzar la coordinación para asegurar una toma de decisiones coherente para el conjunto del sistema. No se trata de re-centralizar funciones. Se trata de completar la organización de un sistema autonómico, de orientación federal, que, cuando se constituyó en la Ley General de Sanidad de 1986, con la mayoría de competencias sanitarias centralizadas, no se dotó de órganos de decisión de carácter federal, sino de órganos de debate cuya ejecutividad depende de la buena voluntad de las partes. Cuando hay un incendio deben estar claras las líneas de mando y toma de decisión.

 

Estos son, a nuestro juicio, los principales retos de la sanidad española para el 2024. Estamos en una situación de grave riesgo para el SNS. No podemos ni debemos aceptar incrementos en la mortalidad y morbilidad originados por la falta de medidas inmediatas. No podemos ni debemos aceptar el sufrimiento de pacientes sin respuesta a sus demandas de atención y cuidados. No podemos ni debemos aplazar las medidas de mejora de las condiciones de trabajo de los profesionales sanitarios. Si no se adoptan estas estrategias de forma decidida el deterioro del SNS público será irreversible con consecuencias desastrosas para la vida de las y los ciudadanos.

 


Enlace al artículo en eldiario.es 


https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/retos-sanidad-espanola-2024_129_10938081.html

 

viernes, 16 de febrero de 2024

Pensando en la próxima pandemia. Enseñanzas del desarrollo y distribución de las vacunas frente a la COVID-19. Una cuestión de poder.

 (Presentación en Seminario del Centro Nacional de Epidemiología, 15/2/24)

 

 

La próxima pandemia

 

El Informe “Evaluación del desempeño del Sistema Nacional de Salud español frente a la pandemia de Covid-19”, Evaluacovid, afirma que: “una nueva pandemia de virus respiratorios de alta gravedad no solo es posible sino probable, a corto o medio plazo” (pág. 82).

 

¿Qué pasaría si la próxima pandemia tuviera la tasa de incidencia de la COVID-19, la tasa de letalidad (fallecidos sobre casos) de la gripe aviar, y nuestra respuesta fuera similar? Una verdadera catástrofe.

 

Por eso es importante revisar cómo se ha respondido ante la COVID-19 y qué podemos mejorar. Hay muchos aspectos a considerar en una futura estrategia, como, desde luego, el refuerzo y actuación de las estructuras de Salud Pública para la prevención y respuesta a pandemias. Yo abordaré en esta sesión un aspecto concreto: el acceso a las vacunas y medicamentos.

 

 

¿Qué funcionó y qué no funcionó en relación con el desarrollo y la distribución de las vacunas?

 

Permítanme recordar aquí una entrevista realizada el 21 de abril de 1953, en la cual el periodista Edward Murrow preguntó al descubridor de la vacuna frente a la polio, Jonas Salk: “¿Quién es el propietario de la patente de esta vacuna?”, Salk contestó: “De la gente, diría yo… ¿acaso se puede patentar el sol?”

 

Durante la pandemia de la COVID-19 la patente se cedió a las empresas; se pusieron por delante los beneficios de los directivos de las empresas farmacéuticas y los fondos de inversión, y se dejaron detrás los derechos humanos de las personas: el derecho a la vida, y el derecho a beneficiarse del progreso científico. Esto no debería volver a ocurrir.

 

Ciertamente la estrategia de la Unión Europea en relación con las vacunas frente a la COVID ha tenido algunos aspectos positivos, como la apuesta por la investigación, y la distribución equitativa entre los 27. Pero, en cambio, la estrategia ha fallado en su visión global, y en su enfoque ético. “Una catástrofe moral” en palabras del Director General de la OMS.

 

Si repasamos el Informe Evaluacovid vemos que, por una parte, señala aspectos positivos en relación con las vacunas, como “una excelente campaña de vacunación frente a la COVID-19, que es un modelo entre los grandes países del mundo” (pág. 66). Y, por otra parte, señala cosas que se deberían mejorar: “La posible vacuna frente a una nueva pandemia debería fabricarse de forma rápida y a precios razonables para ser distribuida y administrada en cantidad suficiente allí donde haga más falta, y no solo donde más capacidad de compra haya” (pág.12; págs. 77 y 78). En efecto, así debería haber sido y así debería ser en una futura pandemia ¿Se puede lograr? ¿Qué necesitamos para lograrlo?

 

En esta charla comentaré algunos aspectos relacionados con el desarrollo y la distribución de vacunas COVID-19: La investigación (incluyendo la compra anticipada, los derechos de propiedad intelectual, la transferencia de tecnología y know how), la fabricación, la fijación de precios, la distribución, la administración de la vacuna, y el balance en gasto y en muertes evitables. Finalmente propondré algunas alternativas.

 

 

1.-La investigación

 

Antes de presentar algunos datos sobre la investigación de las vacunas, conviene hacer un apunte sobre la investigación y los monopolios. Este es un punto clave.

 

El Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), firmado en 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por la mayoría de los países del mundo, establece la concesión de monopolios a las empresas farmacéuticas, prohibiendo la competencia durante 20 años y permitiendo así que, durante ese tiempo, puedan fijar precios por encima del coste de fabricación. La justificación de esa prebenda es poder recuperar en ese tiempo no solo los costes de fabricación, sino también los costes de la investigación realizada, más un beneficio razonable. El problema es que, al tratarse de un producto que tiene que ver con la salud, con el dolor, con la vida y la muerte, la experiencia nos enseña que, las empresas, al tener el monopolio, se ven tentadas inevitablemente a pedir precios muy por encima de los costes de fabricación y de investigación, aplicando el lema de la bolsa o la vida, y logrando así beneficios abusivos.

 

Por ejemplo, en la hepatitis C, medicamentos que cuestan 75 euros por tratamiento los hemos pagado a un precio de 20.000 euros por tratamiento. Ese dinero es una barrera al acceso para millones de personas, y donde lo podemos pagar, se detrae de gastos en personal y mejoras en las condiciones de trabajo. Imaginemos que por un móvil pagáramos 20.000 euros. Sería un robo y muchos no lo podrían pagar. Pues esto es exactamente igual. Es un robo legal que beneficia a un selecto grupo de mil-millonarios, que tienen mucho poder. Y deciden.

 

Veamos un esquema: en el mundo, globalmente, gastamos en productos farmacéuticos 1,5 billones de dólares (en 2022). De ellos, la fabricación, a precio de genérico, con beneficio industrial medio, asciende a 500.000 millones de $. El resto, 1 billón de dólares, es el sobreprecio que ponen las empresas originarias para, supuestamente, recuperar los gastos en I+D. Pero todos los gastos en I+D que declaran ascienden solamente a 220.000 millones de dólares: incluyendo la que funciona y la que no, incluyendo la investigación incremental, los me-too, los ensayos clíniocos promocionales, y siempre según las prioridades comerciales. Quiere decir que 780.000 millones, que deberían ir a I+D, son beneficios abusivos. De ese beneficio abusivo, unos 250.000 millones de $, que es más de lo que se gasta en investigación, se invierte en marketing y lobby para influir sobre gobiernos, parlamentos, sociedades científicas, profesionales líderes de opinión, asociaciones de pacientes, etc., con la finalidad de perpetuar el modelo. La cantidad sobrante, más de medio billón anual, va a remuneración de ejecutivos y accionistas de las grandes empresas farmacéuticas y de los grandes fondos de inversión (que son sus principales accionistas). 

 

Es un modelo desequilibrado que da enorme poder a los altos ejecutivos de Big Pharma y gestores de fondos de inversión, con el “mantra” de que es para pagar la investigación. 

 

¿Qué pasó con la investigación en la pandemia de COVID-19? La investigación de las vacunas se basó en investigaciones básicas, pre clínicas, llevadas a cabo en institutos públicos, con financiación pública. Y La investigación y el desarrollo específico de estas vacunas se financió también con fondos públicos. Por un lado, con subvenciones a proyectos, tanto del NIH (gobierno EEEUU, para Moderna), como del gobierno alemán y UE, para la vacuna Pfizer-Biontech. Cuando aparece el SARS-CoV-2, la UE, a través de Horizonte 2020 destinó 2.700 millones de euros para proyectos y plataformas de investigación. Por otro lado, el fondo de Respuesta Global y otros fondos destinaron una cantidad similar. Cada uno de los países también añadió financiación pública a través de sus institutos como en España el CSIC, o el ISCIII, etc. En las fases finales, cuando había candidatas de vacunas, la UE realizó Acuerdos de Adquisición Anticipada, sumando más de 20.000 millones de euros, para completar la investigación y el desarrollo de las vacunas, con los sobreprecios pagados. En EEUU, otro tanto, y también en Japón, Reino Unido, Canadá, Australia, etc. 

 

Podemos afirmar, a la vista de estos datos, que toda la investigación y desarrollo de las vacunas se ha pagado, de forma directa o indirecta, con dinero público.

 

Esta enorme inversión, y el trabajo de centenares de investigadores, permitió que la humanidad dispusiera de vacunas eficaces y seguras en menos de un año. Este es un gran éxito. El problema es que las vacunas, el resultado de la investigación, no pudieron llegar a los brazos de quienes las necesitaban en todo el mundo. El resultado de la investigación se privatizó y fue absorbido por los detentadores del poder económico, que obtuvieron, otra vez, un beneficio abusivo.

 

Conviene recordar que cuando la Universidad de Oxford empezaba a tener resultados positivos con un prototipo de vacuna, financiada con fondos públicos, el rectorado dijo a principios de 2020 que sería universal, sin exclusividad, para todos. Al parecer, según informó la prensa, la Universidad de Oxford recibió algunas presiones y terminó cediendo a AstraZeneca la licencia exclusiva para comercializar la vacuna.

 

 

1.1.-Acuerdos de Adquisición Anticipada.

 

He mencionado los Acuerdos de Adquisición Anticipada. Es un procedimiento que había utilizado EEUU para desarrollar mediante contratos la investigación militar y aeroespacial. En junio de 2020 la Comisión Europea propuso a los Estados Miembros la posibilidad de negociar la compra conjunta y anticipada de vacunas COVID. Se trataba de apoyar la investigación y el desarrollo de vacunas, adelantando dinero a las empresas para investigar y desarrollar un producto y garantizando después un volumen de compra en caso de lograr resultados favorables. De esta forma, los Estados Miembros quitaban el riesgo que las empresas debían asumir con inversiones para la investigación, los ensayos clínicos, la ampliación de instalaciones, la compra de materias primas, envases, etc., y ese riesgo lo asumían los países, es decir, los contribuyentes, haciéndose cargo de esos gastos. Era un paso importante, porque suponía, acelerar el descubrimiento y fabricación de las vacunas. 

 

El problema fue que los Derechos de propiedad intelectual de los productos, y con ellos, el monopolio, se concedieron a las empresas fabricantes, 

 

 

1.2.-Los derechos de propiedad intelectual

 

Este, a mi juicio, es el aspecto más importante. Como hemos visto, la financiación pública de la I+D, de las vacunas por proyectos, compra anticipada, y sobre-precios, es de más del 100 por 100. En justicia, los derechos de propiedad intelectual de las vacunas COVID debían ser de titularidad pública, es decir, de la gente. De esa forma, la Comisión y sus EEMM podrían haber cedido licencias no exclusivas a la OMS, para poder fabricar las vacunas en todo el mundo, favoreciendo la producción local, y vendiéndolas a precio de coste, de manera que fueran asequibles a todos los países simultáneamente y de forma equitativa. Pero los negociadores de la Comisión Europea permitieron que los derechos de propiedad intelectual se asignaran a las empresas, y con ellos, la capacidad de decidir cuánto se fabrica, dónde se fabrica, a quién se vende y a qué precio. 

 

A mi manera de ver, la Unión Europea, y los países miembros, hemos perdido una oportunidad de oro para establecer en los acuerdos de compra anticipada la no exclusividad de las vacunas. El resultado ha sido una falta de equidad inmoral en su distribución mundial, y ha supuesto además un gasto público innecesariamente elevado. No deberíamos repetir este error en el futuro.

 

Conviene recordar que la petición de Sudáfrica, la India y otros países en la OMC para suspender la aplicación de los DPI mientras durara la pandemia fue bloqueada por la resistencia de las empresas, que lograron la oposición de EEUU y de la UE a la suspensión. Finalmente, al acabar la pandemia, se logró un acuerdo de exención de patentes de la vacuna, sin obligación de transferencia de tecnología, y sin suspensión de secretos comerciales y otros DPI necesarios para la fabricación, y sin aplicación a otras tecnologías y productos frente a la pandemia. Un acuerdo testimonial e ineficaz.

 

 

1.3.-La transferencia de tecnología y know how.

Según la ley de patentes, en el documento de registro de la patente, el invento debe ser descrito en detalle, así como los pasos para fabricar el producto, de forma suficiente para permitir a un profesional cualificado en la materia reproducir el proceso de fabricación. 

Sin embargo, la información que figura en las patentes, en vacunas y medicamentos, es insuficiente para permitir su reproducción. No están todos los datos, no se actualizan los procedimientos, no se detallan suficientemente, etc. Y se maneja la excusa de otro Derecho de Propiedad Intelectual: la información no divulgada. Por eso la petición de India y Sudáfrica pedía la exención de la aplicación no solo de las patentes, sino también de los derechos de autor, los dibujos y modelos industriales y la protección de información no divulgada. Y se añadía la petición de transferencia de la tecnología y conocimiento (know how) necesarios para fabricar el producto.

 

 

1.3.1.-Covid Technology Access Pool. C-TAP

 

La OMS puso en marcha en 2020 un repositorio de tecnología en relación con la COVID-19. La idea era recibir estas tecnologías, ponerlas a disposición de entidades o países que quisieran fabricar, transferir la tecnología y el conocimiento y asesorar en la fabricación, con compromiso de precio asequible (coste plus). Ninguna empresa contestó.

 

En noviembre 2021 España, el CSIC, cedió un Test, con licencia no exclusiva y transparente para todo el mundo. Fue la primera cesión a la C-TAP.

 

En julio 2023, el CSIC cedió un prototipo de vacuna basada en el Virus vaccinia MVA como vector, con buenos resultados en animales, pendiente de ensayos clínicos, que está siendo desarrollada por el grupo de Mariano Esteban y Juan García Arriaza. El CSIC concede Licencia no exclusiva, transferencia de tecnología, y entrenamiento. 

 

Este es el camino a seguir. Pero muy pocos lo han seguido debido a las presiones de la industria.

 

 

1.3.2.-El Hub de la OMS para transferencia de tecnología en Sudáfrica

 

El objetivo de este centro de transferencia de tecnología y conocimiento es crear capacidad en países de bajos y medianos ingresos para producir vacunas mRNA. Este centro de formación entrenaría técnicos con los conocimientos necesarios para fabricar las vacunas en su país, y daría apoyo financiero y apoyo en el desarrollo de los centros de producción local (control de calidad, regulación, licencias).

 

A los 12 meses de su lanzamiento ya ha producido las primeras dosis de vacunas mRNA. 

 

 

2.-La fabricación. 

 

Durante la pandemia, al limitar el número de fabricantes por los monopolios, no había vacunas para todos en un plazo corto. 

 

Sin embargo, existe suficiente capacidad de fabricación de vacunas en el mundo. La OMS puede identificar y acreditar, junto con los países miembros, todas las fábricas del mundo que puedan producir vacunas y transferir la tecnología necesaria (especialmente en América Latina, África y Asia, donde hay más de 100 instalaciones viables; pero también en Europa. Por ejemplo, en España han fabricado componentes de vacunas COVID cinco empresas, una de ellas con desarrollo propio). En 6 meses se podría fabricar dosis de vacunas suficientes para vacunar al 70% de la población mundial (20.000 millones de dosis anuales, frente a los 6.000-8.000 millones de dosis anuales que se fabricaron con las limitaciones del monopolio). Dichas vacunas serían a precio de coste, con lo que, con menos de la mitad del dinero que nos hemos gastado para vacunar solo a los países ricos, se podría vacunar a toda la población mundial.

 

 

3.-La fijación de precios

 

Una consecuencia inevitable de los monopolios son los precios abusivos. Según UNICEF los precios de la vacuna de BioNTech-Pfizer para la Unión Europea serían de 13 a 21 euros por dosis, en función de los contratos, y el precio de la vacuna de Moderna de 22,7 euros por dosis. Ambos muy por encima de los costes. En efecto, los costes de fabricación de las vacunas de Pfizer y Moderna se han calculado por Zoltan Kis y colaboradores, del Imperial College de Londres, en menos de 1 y 2 euros respectivamente. 

 

Como es lógico, al permitir precios altos, las empresas tienden a vender a aquellos que pagan más, dejando a los países de rentas bajas a la cola. Es lo que ocurrió. El precio de las vacunas debía ser el coste de fabricación, más un beneficio industrial similar a la media de empresas no farmacéuticas.

 

 

4.-La distribución 

 

En España la distribución fue equitativa. Se realizó la compra pública, en el marco de la UE, y la vacuna fue gratuita para todos. 

 

En la UE también se logró. Todos los países de la UE decidieron hacer compra conjunta y una distribución equitativa, según la población de cada país. De tal forma que, conforme las empresas fabricaban y comunicaban la cantidad disponible, la UE distribuía en función de la población. La misma proporción a Alemania que a Rumanía, lo mismo a España que a Italia o a Hungría. Hace unos años hubiera sido impensable.

 

Lamentablemente, esta forma de distribución equitativa no se extendió a todo el mundo. Los países ricos se blindaron con sus contratos de compra anticipada y precios altos. Los países pobres quedaron a la cola.

 

Las empresas farmacéuticas y los filantrocapitalistas, presionaron a los gobiernos para que no se tocaran los derechos de propiedad intelectual de las empresas, ni sus monopolios, afirmando que la solución sería crear una entidad de colaboración público-privada para organizar la compra y distribución justa de vacunas en el mundo. El ACT Accelerator y su rama COVAX para vacunas. 

 

COVAX es una iniciativa público-privada gestionada por la Alianza para las vacunas GAVI, que a su vez está impulsada por la Fundación Bill y Melinda Gates: un mecanismo “público-privado” basado en la voluntad y el liderazgo de la industria (protegiendo sus intereses). Con un principio básico: que no se toquen los DPI de medicamentos. Los gobiernos deberían saber que una vacunación equitativa no se conseguirá nunca con un enfoque de “caridad” hacia los pobres, de donaciones, de limosna: dar lo que nos sobra. Se conseguirá con un enfoque de derechos humanos, de justicia: recibir lo que nos pertenece. El mecanismo COVAX fue apoyado por la federación de industrias farmacéuticas, porque no cuestionaba el principal escollo real para la fabricación y acceso a los medicamentos a un precio justo, que son las exclusividades y los monopolios, y que es su principal fuente de beneficios abusivos. Por eso es imposible que, con este enfoque, la UE y sus EEMM logren la equidad en el acceso a las vacunas en el mundo.

 

Como era previsible, los países ricos no usaron COVAX. Hicieron acuerdos bilaterales. El mecanismo COVAX, que recibió nuestras donaciones y compró vacunas a precios abusivos, para distribuir a los pobres, fue claramente insuficiente. Un año después de su puesta en marcha, COVAX reconoció que había fracasado en su objetivo. A final de 2021 había distribuido menos de la mitad de las vacunas previstas para esa fecha. En cambio, a finales de 2021 las empresas ya habían ganado 60.000 millones de dólares en sobreprecios por venta de vacunas COVID.

 

 

5.-La administración de la vacuna. La campaña de vacunación

            

En España la campaña de vacunación fue un éxito.

Una vez recibidas las vacunas en las diferentes CCAA, se distribuyeron en la red sanitaria pública y se administraron a través de los centros de salud, de los hospitales, o de centros especiales de vacunación, de acuerdo con las prioridades fijadas para los diferentes grupos de población, según criterios de vulnerabilidad y de riesgo. Primero las personas más mayores, personas con problemas severos de salud, personas con discapacidad, personal sanitario, personal de primera línea. Y después el resto de la población… En España la red sanitaria pública es universal en su acceso, es eficaz y eficiente, con profesionales muy cualificados. En el resto de la Unión Europea, los programas de vacunación también fueron razonablemente eficaces.

 

En cambio, en el mundo, globalmente, la campaña de vacunación fue un fracaso. Por un lado, por la falta de acceso a vacunas. Por otra parte, otros aspectos, como la insuficiencia de los servicios de salud, o la desconfianza respecto a las vacunas.

 

A final de 2023, con datos de la OMS y Our World Data, se habían administrado 13.590 millones de dosis, con una distribución muy desigual. En los países desarrollados, dos dosis por persona y una o más dosis de refuerzo. En los países de bajos ingresos, el 67% de la población no recibió ninguna dosis.

 

Según la OMS, un 33% de la población global no ha recibido ni siquiera una serie primaria de vacunas: 2.500 millones de personas. Y un 68% no ha recibido una dosis de refuerzo.

 

Una enorme desigualdad, debida a los altos precios, a la restricción a la transferencia de tecnología y a la limitación de la producción a los centros y al volumen que decidieron fabricar y distribuir las empresas según sus intereses, que, recordemos, no es la salud de la población, sino maximizar su beneficio.

 

 

 6.-El balance

 

6.1.-¿Cuál ha sido el gasto total en vacunas y tratamientos COVID?

 

Más de 220.000 millones de dólares. Los precios pagados han sido 15-20 veces por encima de costes. Con el volumen de población vacunada y tratada, los beneficios sobre ventas han sido impresionantes: 200.000 millones de dólares de beneficio abusivo, por encima de los costes de fabricación. A estos beneficios se añaden las revalorizaciones de acciones. Una cantidad equivalente.

 

Ese dinero era de los contribuyentes, y debía poder utilizarse para mejorar los circuitos y los recursos sanitarios en todos los países, especialmente en países de bajos ingresos, de cara a garantizar un proceso de atención y acceso a la vacunación, así como el refuerzo de los dispositivos de salud pública. 

 

 

6.2.-Las muertes evitables

 

Según la OMS la pandemia causó 7 millones de muertes por COVID. Pero el exceso de mortalidad durante la pandemia ha sido mayor. En el modelo de The Economist para estimar el exceso de muertes debido a la pandemia la estimación media asciende a 27,2 millones de personas.

 

Si la vacunación hubiera sido accesible para todas las personas, en todo el mundo, al mismo ritmo y en la misma proporción que para los países de altos ingresos, se habrían salvado varios millones de vidas en el primer año de vacunación. (datos estimados a partir del trabajo de Watson et al, del Imperial College de Londres, publicado en el Lancet de 23 junio 2022).

 

 

Alternativas: ¿QUERER ES PODER?

 

Los elementos de cambio están. Falta voluntad política para cambiar de modelo; no es fácil por el desequilibrio de fuerzas; la enorme presión de los lobbies sobre los gobiernos, la Comisión Europea, la propia OMS. Pero si hubiera voluntad política, se podría. Y esa voluntad política puede estimularse con una movilización social. Aquí, cada uno, podemos aportar nuestro granito de arena.

 

¿Cuáles son los cambios necesarios?

 

 

a.-El punto más importante es que España y otros gobiernos impulsen la retirada de los medicamentos de los ADPIC en la Organización Mundial del Comercio. En los medicamentos y vacunas no debe haber monopolios, porque, inevitablemente, se produce un abuso de posición dominante y un aumento abusivo de precios, con la consiguiente barrera de acceso. No solo en vacunas, sino en cualquier medicamento.

 

b.-Al mismo tiempo España y otros gobiernos deberían impulsar la negociación de un Convenio Internacional de Acceso a Medicamentos, según lo propuesto por la OMS y por la Secretaría General de Naciones Unidas desde hace años. Ese convenio incluiría:

 

-La creación de un fondo global para financiar la I+D de medicamentos y vacunas y otras intervenciones en prevención de enfermedad, y promoción y cuidado de la salud, con aportaciones de los países en proporción a su PIB.

-Un mecanismo de gestión multilateral, en la OMS, que fijara prioridades de investigación en función de necesidades de salud y canalizara los fondos a través de proyectos, instituciones públicas, premios de investigación, contratos de compra anticipada, etc.

-Investigación abierta y cooperativa.

-Licencias no exclusivas y transferencia de tecnología.

-Fabricación descentralizada en todas las regiones del planeta.

-Precios coste plus.

-Distribución equitativa.

 

 

c.-Fortalecer OMS.

 

En este tema se puede consultar el documento de Germán Velásquez World Health Organization Reforms in the Time of COVID-19, de noviembre 2020, editado por South Centre. Para que la OMS pueda desarrollar ese papel tiene que reforzarse. Eso supone aumentar el presupuesto, de los menos de 3.000 millones de dólares anuales actuales, a más de 5.000 millones, y, al mismo tiempo, prohibir la financiación privada del organismo, consolidando una financiación pública que garantice la independencia de la institución. En este momento, entre la Fundación Bill y Mellinda Gates, GAVI y otras entidades privadas, pueden influir en el 25% del presupuesto de la OMS, condicionando sus decisiones. La OMS se ha debilitado mientras se creaban entidades que asumían parte de sus funciones, como la CEPI (coalición para innovaciones en la preparación frente a las epidemias), GAVI (alianza global de vacunas), el Fondo Global para el SIDA, la TBC y la malaria, etc. 

 

España debe apoyar un reforzamiento y una desprivatización de la OMS. El aumento de un 20% de las cuotas ordinarias, propuesto en la última Asamblea Mundial es muy insuficiente. La financiación voluntaria, impredecible, y en buena parte privada de la OMS seguirá ascendiendo al 83% del total. Esa posición le resta capacidad e independencia para promover la salud mundial de forma equitativa.

 

La “Fundación OMS”, impulsada como una forma de completar la financiación de la OMS es un error. Una huida hacia adelante, con más financiación privada (incluida la Fundación Bill y Melinda Gates), y sin control de un mecanismo multilateral.

 

Nos jugamos mucho. Las instituciones multilaterales, globales o regionales, surgidas después de la segunda guerra mundial (Naciones Unidas, 1948; la OMS, 1948…), se han ido debilitando desde los años 80 del pasado siglo. Las grandes corporaciones financieras y empresariales, con el discurso del neoliberalismo y la “colaboración público-privada”, asumieron el poder de decisión, en detrimento del poder político democrático y el multilateralismo. Es preciso corregir esta situación.

 

 

d.-El tratado de pandemias

 

El tratado de pandemias que se está discutiendo debería presentarse a la Asamblea Mundial de mayo de 2024. En el primer borrador se abordaban dos cuestiones importantes: mejorar la información y los sistemas de alertas (que piden los países ricos); y supresión de los monopolios mientras dure la pandemia, para aumentar la capacidad de producción de vacunas, tratamientos, pruebas, etc., de forma que toda la población mundial pueda acceder al mismo tiempo, a precio de coste (que piden los países del Sur Global). Según Amnistía Internacional y Human Rights Watch, el último borrador (noviembre 2023) no garantiza el cumplimiento de los derechos humanos (el derecho a la salud y a beneficiarse del progreso científico). No se obliga a la suspensión de patentes ni a la transferencia de tecnologías. Se “anima” a los países y empresas a que ofrezcan licencias no exclusivas y faciliten la tecnología. No se cuestionan los DPI. El ministro de sanidad alemán Karl Lauterbach dijo: “Para países como Alemania y la mayoría de países europeos está claro que el tratado no será viable si se introduce una limitación importante a los derechos de propiedad intelectual”. Lobistas de la industria en diferentes países y en la OMS quieren debilitar el tratado argumentando que se pierde la soberanía nacional, o que se frenará la investigación. “Es mejor no tener tratado de pandemias que tener un mall tratado de pandemias”, dice Thomas Cueni, el Director General de la Federación Internacional de fabricantes de medicamentos.

 

España debería plantear a los EEMM una reflexión sobre su posición. Si no cambiamos el modelo, cuando surja una nueva pandemia, con elevada contagiosidad y mayor letalidad, afrontaríamos una verdadera pesadilla para la humanidad. Un buen tratado de pandemias podría ser el anticipo del Convenio Internacional sobre Acceso a Medicamentos.

 

 

e.-Entre tanto.

 

Mientras se discuten estas cuestiones la UE y España deben reforzar sus sistemas sanitarios y especialmente sus capacidades en salud pública y en la prevención y respuesta a pandemias. 

 

e.1.-La UE debe reforzar la Autoridad para preparación y respuesta a emergencias de salud, HERA. Y debe crear una Infraestructura Europea de Medicamentos, para impulsar la investigación y el desarrollo, y, en su caso, la fabricación de medicamentos y vacunas y otras tecnologías sanitarias, crear reservas estratégicas, establecer procedimientos de compra conjunta más sólidos, en los que se garanticen licencias no exclusivas y transferencia de tecnología, etc.

 

e.2.-España debe reforzar las estructuras y los recursos de Salud Pública en los ámbitos nacional y autonómico.

 

En relación con medicamentos y vacunas, por su parte, debe avanzar también de forma decidida en Investigación, producción local y producción pública, producción académica (exención hospitalaria), plataforma pública de I+D, Compra conjunta, almacenamiento estratégico, etc. Modificar la Ley del Medicamento (pago por coste plus). Lograr la independencia de la financiación de la formación del personal sanitario, las sociedades científicas y las asociaciones de pacientes. Fomentar la transparencia de toda la información relativa a los medicamentos, aprobación, costes de fabricación e investigación, precios, ganancias, etc., para generar conciencia de la situación y promover cambios. 

 

 

Conclusión

 

 

El tipo de respuesta que hemos dado para la pandemia de COVID-19 no servirá en el futuro. Es insuficiente. La buena noticia es que disponemos de todos los elementos y recursos económicos y jurídicos necesarios para afrontar eficazmente una pandemia, si somos capaces de utilizarlos de forma integrada y sinérgica en una estrategia mundial inteligente y solidaria. 

 

Querer es poder.