miércoles, 15 de abril de 2020

Cada alta que vuelve a casa es una alegría

Como de una guerra. Como si vinieran de la trinchera o del hospital de campaña, cuando consigo hablar con mis amigos que vuelven dados de alta desde los hospitales escucho su voz débil, esperanzada porque regresan a casa, desde la habitación del hospital al paraíso. En casa, aunque toque estar confinados. Con su gente querida, sus libros, sus sartenes, sus ventanas. “Este virus es jodido” te dicen con su vocecita agotada, “hay que pararlo”. Y veo su mirada lúcida y siento su corazón muy cerca. Y nos damos un abrazo y ánimo y cuídate mucho, en una tarde gris, lluviosa y fría. También Fernando Simón ha dado positivo. Pero la curva de nuevos contagios parece que amaina un poco, como dándole la razón en que la cuarentena está haciendo su efecto y que pronto, quizá en pocas semanas, las UCIS dejarán de estar abarrotadas y los profesionales sanitarios empezarán a respirar. Todavía queda mucho trabajo, mucho sufrimiento. Pero cada alta que vuelve a casa es una alegría, y parece querer anunciarnos que vamos a ganar esta guerra.

Entretanto, cada uno de nosotros tiene que hacer su papel, apoyando la labor que realizan miles de profesionales en los servicios esenciales, tratando de descongestionar los hospitales evitando contagios, quedándonos en casa. No resulta nada fácil, pero es lo menos que podemos hacer para ayudar en esta difícil batalla. Cada día que evitamos contagios quitamos presión. Es como achicar el barco. 

Especialmente dura está siendo la cuarentena en los momentos de duelo. Es muy dolorosa la muerte de las personas queridas en estos días de aislamiento. Y siento no poder dar un abrazo de consuelo cuando oigo llorar a mi amiga por el teléfono, porque se fue su madre, su hermano. En este drama que sobrecoge el alma, al dolor de la partida se suma la impotencia de no poder despedirles con la familia reunida, con los amigos. Y solo cabe pensar que esta obligada cuarentena está haciendo posible que muchos otros vivan, que los sanitarios y los que trabajan en primera línea puedan seguir dando la batalla. Por eso es preciso no olvidar a quienes se han ido, porque en su soledad también han sido heroínas y héroes anónimos de esta pandemia.