domingo, 15 de agosto de 2021

Alesha podía no haber muerto…

Alesha Kimi, una niña de 22 meses, falleció por COVID en un pueblo de Indonesia este mes de agosto. Podía haberse evitado. Como ella, morirán por COVID en el mundo en este mes de agosto, más de 250.000 personas. Podía haberse evitado si los países del mundo, reunidos en Naciones Unidas, hubieran decidido un abordaje global, justo y eficiente de la pandemia, en beneficio de toda la humanidad. Sin embargo, la respuesta a la pandemia ha sido nacionalista, cortoplacista, en sintonía con los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas y los grandes gestores de fondos de inversión. El resultado de este enfoque es que, en parte del mundo, el mundo rico, se ha vacunado ya a más del 50% de la población, y en otra parte del mundo, el mundo pobre, no se ha vacunado más que al 1-2% de la población. Esta situación facilita que el virus siga mutando, apareciendo nuevas variantes, que se siguen cobrando vidas de niñas inocentes como Alesha.

¿Por qué no hemos afrontado esta pandemia como lo que es, un problema global, y hemos respondido con perspectiva localista, “a diferentes velocidades”, según los niveles de renta del país? ¿Nos falta conciencia de especie, de que todos somos hermanos? ¿No nos damos cuenta que todos somos iguales de raíz, que todos los seres humanos tenemos derecho a la máxima salud posible y que todos merecemos el acceso a los servicios sanitarios y los medicamentos?

 

Estos días leía a Francisco Fernández Buey, filósofo comprometido, quien destacó la obra de Bartolomé de las Casas como la “más importante aportación del pensamiento hispánico del siglo XVI a la primera configuración de una conciencia de especie en el marco de la cultura europea”. Y cita al fraile: “Todas las naciones del mundo son hombres … todos tienen entendimiento y voluntad, todos tienen cinco sentidos exteriores y sus cuatro interiores se mueven por los objetos de ellos; todos huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso y alegre, y todos desechan y aborrecen el mal”. El mismo sentimiento expresa Shakespeare años después en su precioso monólogo de Shylock. Es verdad que desde entonces hasta ahora la humanidad ha dado pasos muy importantes, entre otros, no menores, la abolición de la esclavitud. Aunque siga habiendo explotación de millones de trabajadores en condiciones infrahumanas, hay un rechazo mayoritario a esas situaciones, nos repugna a la conciencia. Los organismos internacionales, surgidos después de la segunda guerra mundial, como la Organización Mundial de la Salud, nos hacen sentir parte de un todo y nos animan a la cooperación. Pero estas estructuras políticas multilaterales no tienen, todavía, fuerza bastante para contrapesar la fuerza de otras entidades económicas multinacionales, que ya han consolidado un enorme poder. Es preciso avanzar en un sistema de gobernanza mundial que permita un nuevo equilibrio, decidiendo en beneficio de toda la humanidad.

 

“Los líderes políticos y corporativos deben hacer una elección -escribía el Director General de la OMS, Dr Tedros, en Time, el pasado 12 de agosto-. ¿Quieren el pequeño grupo de países y compañías que controla el suministro de vacunas correr el riesgo de la aparición de nuevas variantes, con innecesarias olas de muerte, pérdida de empleos e inseguridad en todas partes? ¿O quieren terminar la pandemia y promover una verdadera recuperación global?” La respuesta nos la vienen dando desde hace más de un año: quieren lo primero. ¿Por qué? En el mismo artículo el Dr Tedros da la respuesta: “Se va a ganar muy poco con un pequeño número de compañías haciendo grandes ganancias si el mundo continúa perdiendo billones de dólares, entrando y saliendo de severas restricciones para sus poblaciones”. Esta es la clave, Dr Tedros: ¿quién va a ganar muy poco? ¿el conjunto de la humanidad? Pero hay otros que van a ganar mucho. Y pueden más los objetivos de ganancia de los directivos de unas pocas empresas que el sufrimiento, o la pérdida de billones para el conjunto de la población. Estas empresas tienen mucha fuerza, y por eso pueden convencer a sus gobiernos de que, en el dilema que usted plantea, opten por decisiones que conducen a no terminar la pandemia. Es decir, les convencen de que la mejor manera “para todos” es privatizar el conocimiento científico, a través de patentes, y conceder monopolios de explotación de las vacunas, como “bienes privados”, porque así, según afirman, se incentivará la investigación, aunque lo que realmente ocurre es lo contrario. Los monopolios permiten fijar precios abusivos y limitan la capacidad de producción de vacunas mundial, por lo que no hay vacunas para todos, pero se maximizan las ganancias de los monopolistas. En este escenario, los países más ricos acaparan las vacunas, compitiendo a ver quién es el que tiene más proporción de población vacunada con dos dosis, y quién va a ser el que antes vacune antes con la tercera dosis. Conviene insistir: mientras estos países han vacunado a más del 50% de sus poblaciones, millones de personas en países de bajos ingresos todavía no han recibido la primera dosis. Miles de profesionales sanitarios, personal de riesgo, personas vulnerables y mayores están sin vacunar en esos países, cuando la UE ya ha reservado la 3ª, 4ª 5ª y 6ª dosis, a precios abusivos. No es inevitable. Es una opción.

 

El Dr Tedros plantea una solución urgente: aumentar las donaciones voluntarias a través de COVAX. Pero esto no ha funcionado. Hasta ahora se han administrado menos del 5% de dosis totales a través de COVAX, porque las empresas venden a los que pagan precios más altos, y los países con altos ingresos acaparan las dosis. También plantea una solución a medio plazo, la suspensión de patentes, la transferencia de tecnología al Fondo para acceder a tecnologías COVID de la OMS (C-TAP), y el aumento de la producción mundial. Pero el mismo Dr Tedros constata que, aunque la mayoría de países apoyan esta propuesta, un pequeño número, que ya han vacunado a la mayoría de sus poblaciones, se opone, sobre la base de que es más rápido usar licencias voluntarias. Podría ser más rápido, teóricamente, si las empresas quisieran, pero no han querido, por lo que, en los últimos 12 meses, no se ha cedido la tecnología a la C-TAP de la OMS y, a través de ella, a todas las empresas que podrían fabricar vacunas. Es un hecho. Esta fórmula de cesión voluntaria tampoco ha funcionado.

 

¿Cuál es la alternativa? Los países (incluida la Unión Europea y EEUU) podrían llegar a un acuerdo urgente para se haga la cesión obligatoria de tecnologías COVID, con las compensaciones que sean razonables (inversión realizada, auditada; beneficio industrial en la media del sector industrial), lo que permitiría duplicar la producción. Entretanto, la producción actual de vacunas se podría distribuir a los países con menores tasas de vacunación, a precio de coste de fabricación. Una distribución equitativa global, lo mismo que se ha podido hacer en el seno de la Unión Europea. Estas decisiones permitirían acabar con la pandemia. Pero no se tomarán, porque la Unión Europea seguirá bloqueándolas, presionada por los grupos de poder económico. Para cambiar el equilibrio de fuerzas hace falta tiempo. Hace falta hacer visibles estas injusticias, hace falta que la muerte de Alesha, y la muerte y el dolor de miles, no nos dejen indiferentes, y hace falta crear conciencia de que hay alternativas, de que es posible una respuesta ética y, además, eficiente. Son muchas iniciativas que vienen impulsando ese cambio, The People’s Vaccine, la Iniciativa Ciudadana Europea “Right2Cure”, Médicos sin Fronteras, Health Action International, Knowledge Ecology International, Salud por Derecho, No es Sano, Asociación por un Acceso Justo al Medicamento, Plataforma de afectados por la Hepatitis C, medicusmundi, la propia OMS, la Secretaría General de Naciones Unidas y otras muchas.

 

El cambio es posible. Y depende de cada una de nosotras y nosotros. Paso a paso.

 

viernes, 6 de agosto de 2021

Dilemas morales en la COVID-19: Europa se desentiende de la petición de la OMS para una moratoria sobre la tercera dosis, y desoye la petición de más de 100 países para que apoye la suspensión de patentes

La OMS plantea un dilema moral a los países de altos ingresos, como los de la Unión Europea: les pide a los países ricos, que ya han vacunado a más del 50% de su población (incluyendo sanitarios, personal en riesgo y población más vulnerable) una moratoria en sus planes para la administración de una tercera dosis, al menos hasta el final de septiembre, para que se pueda vacunar, al menos, al 10% de la población de todos los países del planeta.

 Si, además de vacunarnos con las dos dosis que ya tenemos compradas, hacemos otra compra para una tercera o una cuarta dosis, en una situación de escasez de dosis global las empresas tenderán a vendernos a nosotros a precios más caros (10, 20 veces por encima de los costes de fabricación) en vez de vender a los países de bajos ingresos a precios más baratos, por lo que tendrán que seguir al final de la cola, como ya ha ocurrido.

https://www.politico.eu/article/who-calls-for-moratorium-on-booster-vaccines/

 

Según la OMS, los países ricos hemos puesto ya 100 dosis por cada 100 habitantes, “mientras, en países de bajos ingresos solamente se han podido administrar 1,5 dosis por cada 100 habitantes, debido a la falta de suministros”. ¿Es esto justo?

 

Hungría, Alemania, y Francia, ya han anunciado planes para administrar una tercera dosis. Los gobiernos nacionales quieren responder a su ciudadanía ofreciendo la mejor protección posible. Pero la Agencia Europea del Medicamento no recomienda (todavía) esa tercera dosis. Los estudios científicios no son precisos respecto a la pérdida de protección de las actuales vacunas. Y, sin embargo, las empresas cuentan con vender esa tercera dosis, y muchas más, a los países de altos ingresos. Y piensan hacerlo, además, subiendo los precios.

 

Si defiendo que las personas que viven en Castilla-La Mancha o en Madrid, tengan el mismo derecho a vacunarse que en Cataluña o en Galicia, porque todos somos españoles; si defiendo que cualquier persona en España tenga las mismas oportunidades de vacunarse que en Italia o en Holanda, y que no dependa de la renta de cada país, porque todos somos europeos… de la misma manera defiendo que todas las personas del planeta tengan las mismas oportunidades para vacunarse, porque todos somos seres humanos, con la misma dignidad y derechos. Por otro lado, conviene recordar que, si no nos salvamos todos no se salva nadie. Si no se termina la pandemia en todos los países no se termina en ninguno.

 

Sin embargo, la Unión Europea resuelve este dilema moral desoyendo la petición de la OMS y diciendo que es una cuestión de cada país. 

https://elpais.com/sociedad/2021-08-05/europa-desoye-la-peticion-de-la-oms-para-ayudar-a-los-paises-mas-pobres-retrasando-la-tercera-dosis-de-la-vacuna.html

 

La pandemia no es un asunto de un país. La fabricación de vacunas y su distribución no es asunto de un país ¿O acaso la UE no ha reservado ya 1.800 millones de dosis para 2022 y 2023?https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/ip_21_2548

 

Si el número de vacunas estuviera limitado por mandato divino y no hubiera posibilidad de fabricar más vacunas, el dilema moral de ponernos nosotros la tercera, por si acaso nos protege, mientras otros no tienen ni siquiera la primera, podría ser difícil para el gobierno de la UE que tiene responsabilidad sobre su población, y tiene dinero para comprar. Pero el asunto es que el número de vacunas podía ser mucho mayor, y el precio podría ser mucho más accesible, 1€ en vez de 20€, y eso sí depende de la Unión Europea y de los gobiernos europeos. Aquí se nos plantea otro dilema, que han formulado la OMS y más de 100 países del planeta en la Organización Mundial del Comercio, liderados por India y Sudáfrica. ¿Deben los gobiernos del mundo (singularmente EEUU, China, UE) ponerse de acuerdo para: 1) que los resultados de la Investigación y los conocimientos (el know how) para fabricar todas las tecnologías frente a la COVID (vacunas, medicamentos, diagnósticos, etc.) sean compartidos en un depósito común coordinado por la OMS (Depósito de Tecnologías COVID de la OMS, C-TAP); 2) que se distribuyan esas tecnologías a todas las empresas acreditadas en el mundo para la fabricación de las mismas; 3) que se apoye a esas empresas mediante compras anticipadas para acelerar la producción de las vacunas y productos necesarios para todos; 4) que se garantice el precio de venta a precio de coste; 5) que se distribuya de forma equitativa (en función de necesidad, personas en riesgo, personas vulnerables, conjunto de la población) a toda la población mundial. O deben seguir: 1) cediendo a unas pocas empresas farmacéuticas el monopolio de fabricación de unos productos cuya investigación y desarrollo se ha pagado con fondos públicos; 2) dejando que decidan cuánto producen y a qué empresas subcontratan; 3) dejando que fijen los precios de venta, 1000% o 2000% por encima de los costes de fabricación; 4) permitiendo que decidan a quién venden sus productos, priorizando al mejor postor; 5) favoreciendo que obtengan beneficios globales abusivos de más de 50.000 millones de euros en 2021, por encima de los costes de fabricación e I+D.

 

Frente a este otro dilema moral, la Unión Europea se inclina por mantener los monopolios de las vacunas, bloqueando la propuesta de India y Sudáfrica, 

https://eeas.europa.eu/delegations/world-trade-organization-wto/102517/european-union-statements-general-council-meeting-27-28-july-2021_en

Como consecuencia de este bloqueo, se impide o retrasa el acceso a la vacuna a millones (por precios abusivos y producción limitada), manteniendo el virus en circulación y contemplando inermes la aparición de nuevas variantes, y la (supuesta) pérdida de capacidad defensiva de las vacunas, lo que “obliga” a tener que usar una tercera dosis, que pronto será una dosis anual, con la cronificación del problema y la amenaza permanente de nuevos brotes y nuevos confinamientos. La Comisión Europea argumenta que somos muy solidarios porque se han exportado más de 500 millones de dosis desde la Unión Europea. Lo que no dice es que las exportan las empresas monopolísticas, al elevado precio que ellas fijan y, principalmente, a países de rentas altas que son el mejor postor, no a los millones de personas de países de rentas bajas. Dice que la UE y sus Estados Miembros han donado a COVAX 3.200 millones de euros para apoyar una distribución equitativa. Pero ese mecanismo, orientado de acuerdo con los intereses de la industria farmacéutica, no cuestiona los monopolios y no funciona. Con ese dinero se podían haber comprado 3.000 millones de dosis a precio de coste. Pero hasta julio COVAX ha administrado solo 180 millones de dosis. Dice también la UE que la producción de dosis está aumentando, y es verdad. Pero lo que también es verdad es que en muchos países africanos solamente se ha vacunado al 1% de la población. Para haber vacunado a la misma proporción de población en todo el mundo deberíamos haber fabricado el doble de dosis. Así habríamos evitado miles de muertes y la aparición de nuevas variantes. Significa poder fabricar y administrar 12.000 millones de dosis en 6 meses. Y para ello no se puede esperar a que las empresas con monopolio decidan hacer acuerdos de licencia voluntaria y subcontratar, fijando precios abusivos.

 

La Unión Europea, siguiendo el discurso de las grandes empresas farmacéuticas, dice que suspender los monopolios no resuelve nada. Por supuesto que hay que hacer, además, la transferencia de tecnología. Los gobiernos tienen poder para exigir esa transferencia, más aún cuando la I+D se financió (y se seguirá financiando) con dinero público. Se puede y debe hacer, y cuanto antes se haga, mejor. Las empresas titulares del monopolio han subcontratado con otras empresas la fabricación de las vacunas, y la transferencia de tecnología se ha hecho de tal manera que entre 3 y 6 meses desde el acuerdo ya estaban fabricando. Esta pandemia va alargarse, pero vendrán otras más letales. Y no podemos empezar a discutir si es razonable mantener los monopolios frente a problemas globales de salud. Tiene que ponerse en marcha un mecanismo automático de supresión de patentes, transferencia de tecnología a C-TAP, fabricación con toda la capacidad mundial, distribución equitativa, etc. 

 

Los dilemas morales ante los que se ha enfrentado Europa, hasta el momento, se han saldado con un “sálvese quien pueda”, acaparamiento de vacunas a precios abusivos, beneficios exorbitantes para unas pocas empresas y sus altos directivos, y limosna, donando unas cuantas dosis a países pobres, para tranquilizar la conciencia. Este gobierno europeo no ha estado a la altura moral de lo que exigen los tiempos. Estas decisiones, además de quebrar el principio de justicia, de vulnerar el derecho de todos los seres humanos a la salud, van también en contra de los intereses de los europeos. Nos deja en manos de unas multinacionales cuyo objetivo, lógicamente, es obtener la máxima ganancia, y esa no es forma de combatir una pandemia, ya que la ineficiencia en la gestión tiene unos enormes costes económicos y sociales para toda la ciudadanía. Los gobiernos tienen que tomar el mando y decidir en beneficio de todos y no solo de unos pocos. Si queremos terminar cuanto antes con la pandemia de la COVID-19, y para hacer frente a futuras pandemias, la Unión Europea tiene que resolver sus dilemas morales en la dirección contraria a la que ha tomado hasta ahora. Ahora bien ¿Cómo animar al gobierno de la UE a que cambie de posición, frente a la presión de las grandes empresas y su enorme capacidad de influencia, financiada con los sobre-precios que les pagamos por los medicamentos? Solamente una conciencia social, una convicción mayoritaria de que las cosas pueden y deben ser de otra manera, lo conseguirá. Iniciativas como las adoptadas por People’s vaccine, Intermón Oxfam, la Iniciativa Ciudadana Europea Right2Cure, Médicos sin Fronteras y otras, van ayudando a crear esa conciencia y nos animan a creer en otra Europa que recupere su dignidad moral frente al resto de la humanidad.