Hoy suenan a duelo las campanas de la sanidad española. Ha muerto Don José María Segovia de Arana. Una de las personas que más ha contribuido al desarrollo de la moderna medicina y la sanidad pública en España. Vaya mi sentimiento de pesar y cariño a su familia, a Pilar su secretaria, a sus amigos, sus pacientes, sus alumnos, sus compañeros, sus colaboradores, sus paisanos. Inteligente, trabajador, exigente, respetuoso, supo acertar en el desarrollo de iniciativas clave que impulsaron la formación, la investigación y la atención sanitaria de calidad en el sistema sanitario de la Seguridad Social, que sería la base del actual Sistema Nacional de Salud. Mencionaré solamente algunas de sus aportaciones:
La Clínica Puerta de Hierro, ese gran hospital que aunaba la atención médica de calidad, la formación y la investigación, que fue modelo de muchos hospitales de la red sanitaria pública, logrando un sello de calidad y excelencia. Y junto a la Clínica, la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma.
El desarrollo e
impulso del Sistema MIR, para la formación de médicos internos y residentes,
con un programa reglado, remunerado y supervisado, que supuso la mayor palanca del
progreso de la medicina española, que la colocó entre las mejores de Europa y
del mundo.
El Fondo de
Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social, el FISS, que sirvió para
incorporar con fuerza la investigación al sistema sanitario, y apoyar la
formación continuada de los profesionales sanitarios en diferentes países.
El programa de
la especialidad de medicina de familia, que Segovia impulsó, anticipando la
importancia que debía tener la Atención Primaria en el Sistema Nacional de
Salud.
Cada una de
estas aportaciones ha sido fundamental para la sanidad española moderna. Y
tiene la impronta del Profesor Segovia.
Fue también Presidente
del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad, Presidente del Patronato de la Fundación Jiménez Díaz. y Académico
de la Real Academia de Medicina, impulsor del Centro Universitario de Salud Pública, y tantas otras
cosas. En definitiva, Maestro, con mayúsculas, de la sanidad publica española,
descanse en paz.
Hace años, con
motivo de su elección como académico, se organizó una cena de homenaje en la que pude dedicarle estos versos que el aceptó como un gesto de aprecio y que, según creo, a veces releía.
AL PROFESOR
JOSE MARIA SEGOVIA DE ARANA
(homenaje,
con cuarteto de música, por su ingreso en la Real Academia)
De
Príncipes y de Reyes
supo
ser sincero amigo,
pero
pongo por testigo
a
quien bien le conoció
de
que también al humilde
supo
tratar como igual,
pues
a la Seguridad Social
con
su esfuerzo ennobleció
cuando
con tesón creó
su
magnífico hospital.
La
Clínica fue un modelo
de
cómo hacer medicina:
con
amor y con rigor,
y
con respeto al enfermo,
para
poder comprender
su
proceso patológico
procurándole
vencer
con
el remedio más lógico.
Mas no contento con eso
se
comprometió a fundar
una
nueva facultad
donde
enseñar Medicina.
Y
a la Autónoma prestó
su
feliz inteligencia
para
labrarle caminos
donde
avanzara la ciencia.
En
su hospital emblemático
culminó
su afán científico
y
a su vocación de médico
sumóse la de político.
Llegó
así hasta el Ministerio
y
su visión estratégica,
como
por cosa de mágica,
dió
carta de obligación
a
la nueva formación
del
Médico Residente.
Y
ese fue seguramente
el
paso más importante,
el
triunfo más elocuente
que
la sanidad logró
para
que, al vencer el Siglo,
los
médicos españoles
brillen
entre los mejores
de
este viejo Continente.
Mas
cuando ya se marchaba
desde
el Paseo del Prado
le
dijo el señor Ministro:
-
¿Segovia, que me decís,
es
que os veo preocupado?
-
Si usted me deja Ministro,
quiero
organizar el FISS.
Allá
marchó, como siempre,
con
su imparable energía,
con
esa filosofía
que
ama de verdad la ciencia,
a
afinar el instrumento
con
el que cientos y cientos
de
buenos profesionales
pudieron
investigar
para
lograr mitigar
dolores,
penas y males.
Muchas
más cosas diría
de
este hombre tan señero,
pero
tantas cosas son
que
se acabaría el día.
Diré,
porque es obligado,
que
lo acepto por Maestro,
y
en mi modesta opinión,
por
los méritos expuestos,
nuestro
amado Profesor
es
Maestro de Maestros.
Sea
un colofón simpático
este
homenaje cuartético
al
Galardón Académico
del ilustre Catedrático.
Por
él levanto mi copa,
y
termino ya diciendo
desde
este rincón de Europa
que
él ilumina viviendo:
“Muchas
gracias, don Jose María,
y
que Dios con bien siempre le guarde,
que
su vida, de tanto amor alarde,
será
para nosotros norte y guía”.
escrito en Madrid, febrero de 1998