El asunto está muy complicado. El principal
problema es que se ha roto el equilibrio de fuerzas entre la mayor parte de la
sociedad y los más ricos. Las grandes corporaciones (financieras, farmacéuticas,
de informática y telecomunicaciones, del petróleo, de la industria militar,
etc.) y sus ejecutivos se llevan cada vez más proporción de la riqueza nacional
a costa de poner en riesgo los derechos de las personas: la sanidad, las
pensiones, las prestaciones por desempleo, los servicios sociales, la
educación, los salarios.
El capital
especulativo está ganando la partida.
Las grandes
corporaciones y las entidades financieras ven la salud como negocio, no como un
derecho. Y sálvese quien pueda.
Hay dos modelos
sanitarios en contraposición. El (todavía) modelo europeo (y de otros países
avanzados), en el que se considera que la salud es un derecho humano y que la
atención sanitaria es necesaria para vivir una vida digna. Y, en consecuencia,
si es un derecho de todas las personas, independientemente de su nivel de renta
y sus propiedades, el gobierno debe recaudar fondos entre todos (mediante
impuestos y cotizaciones progresivas, donde pague más el que más tenga y gane)
para poder financiar los servicios sanitarios que necesiten todas las personas.
El otro modelo, cuyo referente principal son los EEUU de Norteamérica,
considera la atención sanitaria un problema que cada persona y cada familia
deben resolver en función de sus medios. Si tienen más dinero podrán pagar el
hospital, o una póliza de seguros con más cobertura (oro, platino). Si tienen
menos dinero podrán pagar una póliza más barata (bronce, plata) o quedarse sin
cobertura. En uno y otro caso, salvo que sean multimillonarios, si tienen una enfermedad
grave, como un cáncer, se arruinarán, o no podrán pagar la atención precisa y
morirán sin asistencia.
Joe Biden,
Vicepresidente de los EEUU durante el gobierno de Obama, cuenta cómo cuando su
hijo estuvo enfermo de cáncer (del que lamentablemente falleció) pensaba que si
éste tenía que dejar su trabajo de Fiscal del Estado, entonces no podría pagar
los gastos. El Señor Biden y su esposa decidieron que venderían la casa para
ayudar a pagar los gastos de su hijo. Un día lo comentó con el Presidente Obama
y éste le dijo: “Prométeme que no venderás la casa. Yo te daré todo lo que
necesites. Prométemelo”. Esta anécdota, sobre un hecho penoso, muestra cómo la
enfermedad puede ser causa no sólo de dolor, sino también de bancarrota en
cualquier familia norteamericana.
En Europa, con
el modelo sanitario público, se logró quitar la angustia económica frente a la
enfermedad. Pero ¿cómo es que los países europeos decidieron desarrollar un
modelo para la atención sanitaria basado en la solidaridad?
La respuesta
hemos de buscarla preguntándonos a su vez ¿cómo se construyó la Unión Europea?
¿Cómo se conquistaron los derechos políticos y sociales?
PARA VER QUÉ ESTÁ
PASANDO CON LA UE CONVIENE RECORDAR CÓMO NACIÓ.
En el siglo XIX
y en la primera mitad del siglo XX, las luchas de los trabajadores y del
movimiento obrero, como respuesta a la enorme desigualdad, al hambre, al
analfabetismo y a la enfermedad sin asistencia, fueron creando un espíritu de
solidaridad.
Los niños mineros
de Inglaterra o de Asturias, los niños yunteros y los gañanes de los campos
españoles, como denunciaba Miguel Hernández, no tenían nada.
Carne de yugo,
ha nacido
más humillado
que bello,
con el cuello
perseguido
por el yugo para
el cuello
…
Contar sus años
no sabe,
y ya sabe que el
sudor
es una corona
grave
de sal para el
labrador
….
Me duele este
niño hambriento
como una
grandiosa espina,
y su vivir
ceniciento
revuelve mi alma
de encina
…
¿Quién salvará a
este chiquillo
menor que un
grano de avena?
¿De dónde saldrá
el martillo
verdugo de esta
cadena?
Que salga del
corazón
de los hombres
jornaleros
que antes de ser
hombres son
y han sido niños
yunteros.
Siempre habían
existido desigualdades enormes, pero en aquellos años la industrialización
llevó a miles de personas a las ciudades. Se crearon agrupaciones de
trabajadores y surgió el Movimiento Obrero. Estas organizaciones combinaron la
lucha económica (las huelgas) con la lucha política (las leyes impulsadas y
aprobadas en los parlamentos nacionales) y de esta forma fueron logrando
derechos sociales: el retiro obrero (la pensión), leyes de maternidad,
vacaciones pagadas, leyes de accidentes de trabajo, seguro de enfermedad, etc.
Estos movimientos tenían, en su mayoría, objetivos revolucionarios, es decir,
querían cambiar el sistema económico capitalista. La revolución rusa, en 1917,
fue un mazazo, no solamente en aquél inmenso país, sino también como
advertencia para las clases dominantes de los países europeos. De ahí que se
fueran logrando mejoras sociales, que se financiaban con impuestos progresivos.
En efecto, desde
1900 a 1950 los impuestos y las cotizaciones pasaron a recaudar de un 10% del
PIB (que servía para pagar el ejército, la policía y los tribunales de
justicia) a recaudar un 40% y en algunos países más del 50% del PIB (que
servían para pagar las pensiones, la sanidad, el seguro de desempleo, etc.).
Pero lo más
importante es que estos impuestos eran progresivos. El tipo marginal máximo del
impuesto de la renta pasó de un 0%-10% en 1910 hasta un 60%-90%, según los países,
en 1950. No fue una revolución, no fue “la abolición de la propiedad privada de
los medios de producción”, pero fue una recuperación real de rentas por los
trabajadores. Esta fiscalidad progresiva se mantuvo estable hasta los años 80.
Entonces comenzó “la revolución de los ricos” que comentaré después.
En los años 30
del pasado siglo ya se habían logrado muchas mejoras, pero eran insuficientes,
y las organizaciones anarquistas, socialistas y comunistas planteaban nuevas
demandas y amenazaban el orden establecido. En ese contexto de tensión, de
lucha entre los más pobres y los que todo lo tenían, con la amenaza de las
revoluciones, se generó inseguridad en muchas personas humildes. Las Iglesias
se vieron amenazadas y contribuyeron a propagar estos temores. Las gentes que
tenían algo, aunque fuera poco, vieron peligrar su magro patrimonio. Entonces
surgieron los populismos y los fascismos. Es así como Hitler es elegido
Canciller en 1933. Le apoyaron los empresarios, las iglesias, pero también
miles de trabajadores que buscaban trabajo, seguridad, orden, y que se creyeron
una retórica nacionalista y xenófoba enmascarada con propuestas de avance
social.
Cuenta Martin
Niemöller, pastor protestante (que había sido soldado alemán en la primera
guerra mundial), que tenían miedo a los comunistas porque propagaban el ateismo
y porque en Rusia habían prohibido la religión. Por eso apoyaron a Hitler.
Cuando más tarde vio que los nazis perseguían también a los cristianos que
tenían antepasados judíos, se dio cuenta de su error y criticó las políticas de
Hitler. Entonces lo encerraron en un campo de concentración hasta el final de
la guerra. Es bien conocido el
poema de Niemöller que expresa este dilema:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
La Unión Europea
y los derechos sociales surgieron de las luchas del Movimiento Obrero, pero
también de la terrible experiencia de las guerras. La primera y la segunda
guerra mundiales, provocadas por los centros de poder para evitar o centrifugar
las reivindicaciones sociales, arrasaron Europa. Trajeron devastación, muerte,
horror. Pero también un cierto sentimiento de hermandad nacido del sufrimiento
compartido, de la solidaridad en la trinchera o en la retaguardia frente a la
inminencia de la muerte.
Europa surge de
la voluntad de los alemanes, los franceses, los italianos, y de todos los
pueblos que se habían masacrado a lo largo de los siglos, de no matarse más en
una guerra. Y surge no por decreto, sino porque se había creado un sentimiento
de solidaridad.
Conviene
recordar las palabras de Robert Schuman, uno de los fundadores de la UE, que en
1950 dijo: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto; se hará
gracias a realizaciones concretas, que creen, en primer lugar, una solidaridad
de hecho”.
Schuman había
nacido en un lugar que está en el actual Luxemburgo, país que fue ocupado por
Alemania en las dos guerras mundiales. A él le toco ser soldado alemán en la
primera guerra y ministro de exteriores en el gobierno de Francia, después de
la segunda guerra. Seguramente sus vivencias, y las de miles de europeos como
él, le ayudaron a concebir esa Europa que se debía hacer paso a paso, superando
odios y generando afectos. El primero de esos pasos fue la Comunidad del Carbón
y del Acero, creada por Alemania y Francia, a las que se sumaron Luxemburgo,
Holanda, Bélgica e Italia. Fue la piedra fundacional de la UE. Primero la paz.
En efecto, el tratado creaba un organismo supranacional para controlar la
producción del carbón y del acero (necesarios en la industria militar) de tal
manera que se pudieran prever y evitar nuevas guerras. A partir de ese primer
paso vendrían otros, para impulsar el desarrollo económico (mercado común,
política agraria, moneda única, etc.), los derechos civiles y los derechos
sociales.
¿CÓMO HA FUNCIONADO
LA UE?
Lo primero que
conviene tener presente al valorar ¿para qué ha servido la UE?, es que su
primer objetivo, el principal, se ha conseguido. Más de 70 años de paz. Dos
generaciones que (todavía) no han tenido que ir a la guerra, cuando antes, cada
generación iba una o varias veces a la guerra y veía cómo su familia y sus
amigos eran diezmados, y cómo se destrozaban sus calles, los campos y las
fábricas, dejando un rastro de escombros y cenizas. La paz no ha sido poca cosa.
También se ha
logrado un progreso económico notable, con una distribución de la renta más
justa. Mejoraron las condiciones de trabajo y de vivienda. Y mejoró también la
educación, permitiendo que las nuevas generaciones accedieran a una buena
formación independientemente de su clase social. Y, en cuanto a la sanidad, desde
luego, en la segunda mitad del siglo XX, los países europeos desarrollaron un
modelo ejemplar. Como resultado, la esperanza de vida al nacer que era de menos
de 40 años en 1900 pasó a más de 80 cien años después.
Aunque la Unión
Europea no tiene competencia en la definición, planificación y gestión de los
sistemas de salud de los países miembros, sí que ha contribuido a reforzar el
modelo sanitario que estos países iban desarrollando a lo largo del siglo XX.
Además, en el
Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, artículo 160, se establece que
“al definirse y ejecutarse todas las políticas y acciones de la Unión se
garantizará un alto nivel de protección de la salud humana”. Es decir, se
promueve la Salud en Todas las Políticas que desarrollen las instituciones
europeas.
Así mismo, en el
artículo 35 de Carta de los Derechos Fundamentales de la UE se afirma que “toda
persona tiene derecho a la prevención sanitaria y a beneficiarse de al atención
sanitaria en las condiciones establecidas por las legislaciones y prácticas
nacionales”. Se reconoce así la universalidad de la atención sanitaria.
Este concepto,
la universalidad, es el eje del modelo sanitario europeo, y fue refrendado en
el Acuerdo adoptado en 2006 por el Consejo de Ministros de Sanidad sobre los
principios de los sistemas de salud. Se reconocen como principios comunes la
universalidad (toda persona tiene derecho a la atención), la solidaridad (se
financiarán los servicios con impuestos y contribuciones progresivas), la
equidad (se atenderá en función de las necesidades de salud) y el acceso a unos
servicios de alta calidad y seguridad.
Cada país de la
Unión Europea, desde principios del Siglo XX fue desarrollando su sistema
sanitario con estas características, ampliando la población cubierta, ampliando
las prestaciones cubiertas, y ampliando el porcentaje de financiación pública
sobre el total de la financiación, es decir, reduciendo el gasto de bolsillo
que debían pagar los pacientes y ofreciendo una atención sanitaria cada vez de
mayor calidad a todas las personas.
Así, en el
conjunto de los países de la UE-28 el Gasto Sanitario Público aumentó del 2,4%
del PIB en 1960 al 8,1% del PIB en 2011, sufriendo alguna ligera disminución y
manteniéndose alrededor del 7,9% en los últimos años.
La financiación
es mayoritariamente pública. La financiación privada supone un 2% del PIB. Es
decir, en relación con el Gasto Sanitario Total de los países de la UE, un 80%
es gasto sanitario público y un 20% es gasto sanitario privado. Aunque hay
diferencias importantes entre países (Por ejemplo en España el Gasto Sanitario
Público solamente supone ahora un 69%).
Esta
financiación pública permite que se haya aumentado la cobertura, es decir, la
proporción de personas con derecho a la atención sanitaria. En muchos países de
la UE es el 100%. En promedio es más del 90%.
En cuanto a las
prestaciones cubiertas también son muy amplias: salud pública, atención
primaria, atención especializada, urgencias, medicamentos, etc.
Los resultados
en salud son muy buenos. A lo largo del Siglo XX, como se ha dicho, se ha
duplicado la Esperanza de Vida al Nacer en Europa, de menos de 40 años en 1900
a 80,9 en 2014 (en España 83,3, la
más alta de la UE-28), y se ha reducido la mortalidad infantil a 3,6 por 1.000
nacidos vivos en 2014, cuando en 1900 era de más de 150 por 1.000 nacidos
vivos.
Este modelo
sanitario, como se ha dicho, se basa en un sistema fiscal que recauda un 40%
del PIB y que durante más de 30 años fue un sistema fiscal progresivo, solidario,
aunque en los últimos años las cosas han cambiado a peor.
LA CONTRARREFORMA
NEO-LIBERAL: LA REVOLUCIÓN DE LOS RICOS.
El caso es que
no todos en Europa coincidían con este modelo sanitario público. Otras personas
defendían que la salud es un asunto privado y la atención sanitaria es un
problema que cada uno debe
resolver como mejor pueda. Así, en un documento del gabinete de Margaret
Thatcher desclasificado recientemente, pero escrito en 1982, se decía:
“Se deberá poner
fin a la provisión de la atención sanitaria por el Estado para la mayoría de la
población. Los servicios sanitarios serán de titularidad y gestión privada, y
las personas que necesiten atención sanitaria deberán pagar por ello. Aquellos
que no tengan medios para pagar podrán recibir ayuda del Estado para poder
pagar su atención, a través de algún sistema de reembolso”.
Thatcher no pudo
quitar el derecho a la atención sanitaria. En sus memorias cuenta cómo los
ingleses tenían mucho afecto al Servicio Nacional de Salud (NHS) y lo defendían
con vigor. Pero sí que pudo debilitarlo, fragmentarlo, deteriorar su calidad,
con su lema “el dinero sigue al paciente”. Fomentó la privatización de la
gestión, a través de empresas, consorcios, y concesiones; se firmaron contratos
a largo plazo para la construcción y gestión de hospitales, y se introdujo el
ánimo de lucro en un sistema que hasta entonces estaba guiado por el principio
de solidaridad y el criterio de necesidad. También se externalizaron diferentes
programas, incluyendo la formación y la investigación.
Todas estas
medidas, que se “vendían” argumentando que aumentaban la eficiencia, en
realidad encarecieron el funcionamiento del sistema; y como al mismo tiempo se
recortaba el presupuesto total de gastos la calidad de los servicios se
deterioró. Este proceso no afectó solamente a la sanidad. Formaba parte de una
estrategia y un discurso común que se aplicaba y repetía hasta la saciedad: lo
privado es más eficiente; lo público es insostenible.
La mayor parte
de los trabajadores ya no estaban en la agricultura o en la industria, estaban
en los servicios. Habían conseguido mejores condiciones de trabajo. Las
sociedades europeas pasaron rápidamente del hambre al sedentarismo y el sobrepeso.
La sociedad de consumo propagó una filosofía de la satisfacción inmediata y
fomentó el individualismo. Al mismo tiempo, en 1989, cayó el muro de Berlín. El
sistema comunista soviético había fracasado. Los grandes poderes económicos ya
no tenían adversario y comenzaron a ganar posiciones.
En los años 80 y
90 del pasado siglo se autorizó a los bancos de ahorro que pudieran hacer
también operaciones de inversiones de riesgo. La economía financiera sobrepasó
a la economía productiva. Bancos cada vez más grandes (“demasiado grandes para
dejarlos quebrar”), crearon productos financieros tóxicos (hipotecas basura que
los bancos sabían que no podrían cobrar), impulsados por el fuerte estímulo de
un sistema retributivo para los ejecutivos y altos directivos que les animaba a
realizar operaciones de riesgo (riesgo para el banco y para la sociedad, no
para ellos que obtendrían unas retribuciones y unas pensiones de varios
millones de euros). En España la burbuja inmobiliaria triplicó la deuda
privada, del 100% al 300% del PIB. Cuando la burbuja estalló, en vez de dejar
quebrar a los bancos, como dicen las reglas del mercado, los gobiernos de EEUU
y de Europa, presionados (o dirigidos) por el lobby financiero, decidieron
salvarles con nuestro dinero, a costa de recortar salarios, pensiones, sanidad
pública y servicios sociales.
Al mismo tiempo
crecía la economía en la sombra y el fraude fiscal. En la Unión Europea el
fraude y la evasión fiscal nos cuestan a todos los ciudadanos un billón de
euros cada año (el equivalente a todo el gasto sanitario público anual). Dinero
que nos roban y ocultan los más pudientes en paraísos fiscales y nuevos
productos financieros.
Es verdad que ahora,
en 2016, los ingresos fiscales en Europa se mantienen todavía en un 40% del
PIB. Pero ya no se recaudan de forma progresiva. Ya no paga más el que más
tiene. Pagamos las clases medias, los trabajadores con impuestos directos que
descuentan de la nómina, y los ciudadanos en general a través del IVA. Los
ricos, las rentas más altas, las grandes corporaciones no pagan. Así, no entra
en la caja común un 20% del total de lo que deberíamos recaudar y eso lo
tenemos que poner los demás. Ellos utilizan la ingeniería fiscal para eludir
impuestos y, en ocasiones, el fraude. La gente de a pie observa este abuso y se
indigna con los gobiernos que no son capaces de evitarlo (por ejemplo,
cambiando las leyes permisivas, reforzando los mecanismos de inspección,
forzando la cooperación internacional en la UE y creando una conciencia social
de rechazo al fraude y de responsabilidad fiscal). Ante esa apatía la gente va
resignándose al sálvese quien pueda, que es, precisamente, lo que quieren los
ricos.
La mayoría de
los gobiernos, en vez de dejar quebrar a los bancos y atajar el fraude fiscal,
optaron por lo más fácil: recortar el gasto público, y dentro de éste, recortar
la sanidad pública. La justificación era la necesidad de reducir el déficit
público y que no aumentara la deuda pública. Pero esa deuda se había aumentado
por el rescate a los bancos. Y ahora el contribuyente tenía que pagar dos
veces. Por decisión de los gobiernos, la deuda privada (de los bancos y los
especuladores inmobiliarios) se convirtió en deuda pública con los rescates.
Así, la deuda pública en la UE pasó de un 58,9% del PIB en 2002 a un 85% del
PIB en 2015. Y esa deuda también la tendremos que pagar los contribuyentes
(nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos).
¿CUÁL HA SIDO EL IMPACTO SOBRE LAS
PERSONAS?
La precariedad
laboral. Por una parte, la destrucción de 5 millones de puestos de trabajo en
la UE. Por otra parte, muchos de los nuevos puestos de trabajo, impulsados por
las reformas laborales, son puestos precarios, con salarios ínfimos, con
jornadas abusivas. Son situaciones de explotación, como la de una persona con
un contrato de cuatro horas para limpieza de edificios, a la que le obligan a
trabajar ocho o si no la despiden.
La pérdida de
derechos. La población con derecho a la atención sanitaria se ha reducido.
También se han reducido las prestaciones cubiertas y han aumentado los copagos.
En la UE-28 se
estima que 18 millones de personas no tenían acceso a la atención sanitaria que
necesitaban (según un grupo de expertos de la Comisión Europea).
Los años de vida
en buena salud se han reducido de 62,3 en 2010 a 61,8 en 2014. Y, como un
síntoma preocupante de alerta, se quebró la tendencia de reducción de la tasa
de suicidios, lo que supone una sobremortalidad por esta causa de más de 10.000
personas cada año. En 2013 60.000 personas se quitaron la vida. Entre 2000 y
2007 se había reducido la tasa de suicidios estandarizada por edades, desde 14
/ 100.000 habitantes hasta 11 / 100.000; entre 2007 y 2013 ha subido a 12 /
100.000.
En estos años se
ha privatizado buena parte de la gestión y se ha introducido la competencia en lugar
de la cooperación. Esto aumenta los costes: por el lucro, los gastos de
transacción, los controles y las desviaciones en la facturación, etc.
Se ha producido
un desequilibrio entre las corporaciones privadas y los servicios de salud. Hay
un abuso del sistema de patentes por muchas empresas farmacéuticas que ponen
precios altísimos e injustificados a los medicamentos. Cada año se produce un
gasto innecesario, por los sobreprecios de los medicamentos, de más de 70.000
millones de euros en la UE. Parte de ese dinero va a beneficios y sueldos de
los altos ejecutivos. Pero otra parte, más de 35.000 millones van a marketing,
para controlar la formación de los profesionales, de lo que se deriva buena
parte de la prescripción innecesaria y buena parte de los efectos adversos de
los medicamentos que matan a más de 190.000 personas cada año.
Los sistemas
sanitarios en los países de la UE están resistiendo, pero se están resintiendo
cada vez más. La tendencia no es buena. Y el contexto no es bueno.
Aumenta la precariedad
social, la falta de perspectivas, la inseguridad, la desconfianza en las
instituciones.
Es un nuevo
capitalismo, financiero, global, sin contrapeso político en los gobiernos
nacionales y en los parlamentos y leyes nacionales. Sin contrapeso tampoco en
un sindicalismo que se quedó anclado en la lucha contra el capitalismo
industrial. Ni los gobiernos ni los sindicatos se han actualizado para “jugar
en esta liga global y virtual”.
En España se han
ejecutado más de 400.000 desahucios. Siguen ejecutándose más de 10.000 cada
año. Familias que van a la calle por no poder pagar unas hipotecas hechas con
leyes injustas, que benefician al prestamista y no a la familia que necesita
vivienda.
Miles de
personas que antes tenían un trabajo, o muchas otras que tienen un salario
demasiado bajo, acuden a los bancos de alimentos todos los días en miles de
ciudades europeas. Personas frustradas, dolidas, avergonzadas, cabreadas,
humilladas.
Como los
gobiernos no dan respuesta a esta injusticia, las personas de a pie buscan un
culpable. Y los oportunistas de turno lo encuentran enseguida: los inmigrantes,
los musulmanes, los “otros”.
Entonces los
gobiernos levantan vallas, muros, barreras. La Europa que se construyó con la
argamasa de la solidaridad se siente traicionada por sus dirigentes y los maltratados
por la crisis y la globalización depredadora dan un portazo a los más débiles.
Este proceso se ha acelerado en 2016 con el Brexit y la victoria de Donald
Trump.
EL 23 JUNIO 2016 GANÓ EL BREXIT EN EL REFERENDUM DEL REINO UNIDO.
Por primera vez
en la historia de la UE un país decide salirse. Y no un país cualquiera: un 13%
de la población total y un 17,5% del PIB de la UE.
Desde que en
1951 se firmara el acuerdo para la Comunidad Europea del Carbón y del Acero con
6 países, hasta hoy, se habían ido sumando otros 22 países hasta sumar los
actuales 28, con una población de más de 500 millones de habitantes. El Reino
Unido entró en 1973 y, según lo previsto, en 2019 quedará fuera. 46 años de
matrimonio que parecen haber fracasado. Es un acontecimiento político de
primera magnitud en la historia de la UE.
Pero ¿por qué
ganaron los partidarios de la salida? Un 52% frente a un 48%. ¿Por qué?
Desde luego
parte de responsabilidad la tiene David Cameron al convocar el referéndum,
usando esta baza durante su campaña electoral, como crítica a la UE y como arma
para obtener nuevos acuerdos más ventajosos. Pero, después de ganar sus
elecciones, el referéndum se le fue de las manos. Las políticas de recortes
habían creado ese clima amargo y cabreado. Venció un discurso simple, contra la
exclusión, contra verse en la cola de los bancos de alimentos, contra los
empleos precarios, contra los inmigrantes, contra los funcionarios europeos,
contra la Troika. Con adobo de mentiras como que con las cuotas que dejarían de
pagar a Europa podrían pagar la
sanidad y salvar el NHS. Usando como armas para la crítica las políticas que la
Comisión Europea ha protagonizado durante estos años: austeridad, recortes
sociales, ayudas a los bancos, etc. Es fácil en este caldo de cultivo buscar
chivos expiatorios, cabezas de turco: los inmigrantes, los refugiados, los
musulmanes, los terroristas… la Unión Europea. Ganó el populismo.
No es casualidad
que Nigel Farage, líder del UKIP (partido por la independencia del Reino Unido)
haya sido el primer político europeo recibido por Trump después de ser elegido
Presidente de los EEUU.
PARA REMATAR LA FAENA,
EL 8 DE JULIO 2016, DURAO BARROSO FICHÓ POR GOLDMAN SACHS.
Barroso ejerció
como Presidente de la Comisión Europea desde 2004 hasta 2014. El 8 de julio de
2016 anunció que será nuevamente Presidente, pero en este caso de la filial
europea de Goldman Sachs. Uno de los grandes bancos que estuvo en el origen de
la crisis económica (Este banco acaba de firmar un acuerdo extrajudicial con
las autoridades norteamericanas para pagar una multa de 5.000 millones de
dólares por haber comercializado productos respaldados por hipotecas basura
entre 2005 y 2007).
La decisión de
Barroso al aceptar este contrato expresa la quiebra moral de las instituciones
europeas. La peor pedagogía posible para los jóvenes, para la gente que ha
visto como se deterioraba su situación, mientras la Comisión Europea insistía
en que había que rescatar a los bancos porque eran la sangre de la economía y,
como consecuencia, había que recortar salarios, pensiones, sanidad, derechos. Ahora,
el máximo responsable de esas políticas, que supuestamente beneficiarían a
todos, ficha por Goldman Sachs recibiendo a cambio un salario obsceno. Dice el
Sr Hollande, Presidente de
Francia, que puede que sea legal, pero es inmoral. Yo le diría que si es
inmoral tienen que hacerlo ilegal en el Consejo de la Unión Europea del que él forma parte. Ya. Con carácter
urgente.
El
multimillonario norteamericano Warren Buffet decía: “¡Claro que hay lucha de
clases. Pero esta la hemos empezado nosotros (los ricos) y la vamos ganando”.
En efecto, en estos últimos 20 años, desde finales de los años 80, los tipos
máximos del impuesto de la renta pasaron del 70% al 28% en los EEUU. Y algo
similar pasó en los países de la UE. Pero, además, con los mecanismos de
elusión, evasión y fraude fiscal, legales unos o ilegales otros, el resultado de
la aportación real de las rentas altas es mucho menor: 5%, 2%, 0% o incluso
negativo (a devolver por los contribuyentes).
Los ricos han
vuelto a lograr quedarse con más pedazo del pastel. Con la parte de la riqueza
nacional que era de los demás, de los trabajadores y las clases medias. Así
está la cosa.
EL ALMA DE EUROPA.
Decía Jaques
Delors, quien fuera Presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1994, que
Europa necesita un alma, y ese alma se la tenemos que dar los europeos.
Pero ¿cuál es el
alma de Europa? ¿Es acaso el alma europea la que ha respondido a la crisis de
los refugiados y los migrantes cerrando fronteras y levantando muros? ¿La que
ve impasible cómo llegan los niños muertos a nuestras playas? ¿La que se
anestesia para no ver que 3.000 migrantes desesperados han muerto este año en
el Mediterráneo, y otros tantos el año anterior, y el anterior…?
Los europeos,
cabreados porque les han recortado derechos, impotentes ante la reacción sumisa
de los gobiernos que no reaccionan frente a los abusos de las grandes empresas
y las grandes fortunas, la emprenden con el más débil de la cadena. El
inmigrante pobre. Y se apoya, o se mira para otro lado, cuando el gobierno de
turno construye vallas con alambre de espino, cierra ferrocarriles, anuncia firmeza
(contra el débil) y despliega el ejército en Grecia, Hungría, la República
Checa, Austria, Dinamarca, Finlandia, Francia, España, Bulgaria… Los únicos
beneficiarios de estas políticas son los traficantes de personas (prostitución,
trabajo esclavo, donantes de órganos de niños asesinados). Europol denunció el
31 de enero de 2016 la desaparición de 10.000 niños desplazados. No sabemos
dónde han ido. Y no pasa nada. ¿Es esta la solidaridad sobre la que se
construyó Europa?
Veamos un
ejemplo. El Presidente de la República Checa, Milos Zeman, no quiere
inmigrantes. “Debemos impedir la llegada de refugiados musulmanes-dice- para
evitar ataques terroristas”. “La llegada de inmigrantes trae consigo tres
riesgos: enfermedades infecciosas, terrorismo y nuevos ghettos”. Ya tenemos a los
culpables: los pobres ¿Es esta el alma de Europa?
HACIA UN PILAR
EUROPEO DE LOS DERECHOS SOCIALES.
En el discurso
del estado de la Unión, el 16 de septiembre de 2016, el Presidente de la
Comisión, Jean-Claude Juncker, afirmó: “Tenemos que trabajar urgentemente en el
pilar europeo de los derechos sociales. Y lo haremos con energía y entusiasmo.
Europa no es lo bastante social. Tenemos que cambiar esta situación”. Lleva
razón, pero la Comisión ha venido trabajando muchas veces en la dirección
contraria.
Es urgente, sí,
buscar la convergencia en los derechos sociales y laborales, no solamente en la
Deuda Pública y del Déficit. Es preciso consolidar los derechos de las personas
en todas las Constituciones antes que el derecho de los acreedores a cobrar
deudas injustas. Derecho a un trabajo con un salario que permita cubrir las
necesidades básicas para poder vivir con dignidad (comida, ropa, vivienda,
calefacción, agua, electricidad). Protección social estable y bien financiada,
para lo que es preciso repensar y reforzar todo el sistema fiscal de los países
de la UE y de la propia UE.
PERO ¿QUÉ OPINA
TRUMP?
Nadie creía,
antes del 8 de noviembre, que Trump sería Presidente de los EEUU. Pero, al
parecer, Trump ha ganado las elecciones, y lo ha hecho con un discurso
populista, contra la casta, contra los ricos, contra Wall Street, contra los
políticos de Washington, y también contra los inmigrantes, contra los
musulmanes, contra los otros. Para hacer una América Grande, otra vez. La
mezcla adecuada para atraer a los descontentos, los desilusionados y los cabreados.
Según dicen
afirmó que quitaría la Obamacare, lo que significaría varios millones de
personas sin cobertura sanitaria, o que la lucha contra el cambio climático no
sirve, o que deportaría a 3 millones de inmigrantes. Propone a una Ministra de
Educación que, al parecer, quiere usar fondos públicos para pagar educación
privada. Y ahora propone ministro del Tesoro a Steven Mnuchin “un financiero
con raíces profundas en Wall Street”, según The New York Times.
Podemos imaginar
un apoyo a los líderes populistas europeos, que reforzarán los beneficios de
los más ricos, distrayendo a los más pobres con la retórica frente al “poder” y
al “extranjero”. Podemos temer también alguna nueva guerra. No son tiempos para
la lírica.
Una investigación
del profesor de Harvard Yascha Mounk sugiere que hasta el 50% de la población
en países como Holanda, EEUU o Nueva Zelanda no creen que sea esencial vivir en
democracia. Este porcentaje es también alto en otros países con democracias de
larga tradición, sobretodo entre las personas más jóvenes, donde llega al 70%
(Amanda Tabú, New York Times, 29 Nov 2016).
¿NO SE PUEDE HACER
NADA?
Por supuesto que
se puede hacer mucho. Hemos visto ejemplos de movilizaciones en la calle que
han modificado políticas, y también hemos visto gobiernos progresistas que han
puesto por delante los intereses de la gente sobre los de las grandes
corporaciones. Pondré dos ejemplos.
Las mareas
blancas en Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha y otras CCAA, frenaron políticas de
privatización sanitaria, paralizaron nuevas concesiones a largo plazo y
promovieron medidas para recuperar la calidad de la sanidad pública. Fueron
personas anónimas, profesionales sanitarios, vecinos de todos los barrios, de
todas las edades, con diferentes ideas, pero con un propósito común: defender
la sanidad pública de calidad y para todos. Y se logró.
Otro ejemplo.
Sabemos que la industria tabaquera es muy fuerte, y lo ha demostrado a lo largo
de los años. La Ley antitabaco 28/2005, que prohibió fumar en todos los centros
de trabajo, limitó la publicidad y reguló los lugares de venta, y la ampliación
de esta medida con la Ley 42/2010, que prohibió fumar en bares y restaurantes,
fueron dos decisiones de gobierno respaldadas por una mayoría social. En el
apoyo social y de la opinión pública tuvieron papel protagonista la Comisión
Nacional de Prevención del Tabaquismo, sociedades científicas y asociaciones de
pacientes con quienes se tejieron alianzas. Hubo una oposición muy importante
del lobby tabaquero y de organizaciones empresariales, e incluso de
organizaciones sindicales que al principio estuvieron en contra, y de alguna
CCAA. Pero se logró llevar adelante. El impacto en la reducción de enfermedades
relacionadas con el tabaquismo se puede ver, por ejemplo, en la disminución del
Infarto Agudo de Miocardio, de un 8% en 2006 y otro 5% en 2011. Ahora nos parece
imposible que en el año 2005 se pudiera estar fumando en despachos de los
ministerios, en hospitales y centros de salud, o en centros educativos. Se pudo
cambiar.
Como también se
ha podido revertir o mitigar el impacto del Real Decreto 16/2012 en relación
con la asistencia a personas inmigrantes, o a los copagos para los pensionistas, desde algunos gobiernos regionales.
También han sido y son importantes otra serie de medidas sociales impulsadas
por ayuntamientos progresistas. Sin duda: una mayoría social puede cambiar las
cosas a mejor.
¿CUÁL ES EL RETO DE LOS EUROPEOS? ¿QUÉ EUROPA QUEREMOS?
Europa ha
supuesto grandes logros para las personas que vivimos en estas tierras: paz,
democracia, progreso económico y justicia social.
Pero estos
logros se han visto zarandeados por la crisis económica iniciada en 2007, que
se había ido fraguando desde 20 años atrás. El neoliberalismo reforzó la
libertad del movimiento de capitales sin suficiente control, creando no ya una
economía de mercado, sino una sociedad de mercado, donde todo tiene un precio,
también la salud. Se han cambiado los valores en los que se sustentaba la
convivencia de las personas: la solidaridad, por el sálvese quien pueda. En
estos años, para la gente de a pie, Europa se asocia a recortes, a más
beneficios para los más ricos, y más austeridad para los que menos tienen. Esta
crisis de credibilidad puede conducir a más “brexits” y al desmembramiento de
la UE. Pero puede ser también una oportunidad para enmendar el rumbo.
Partiendo de lo
mucho conseguido, y de los valores que fundamentaron el nacimiento de la Unión,
paz, libertad, solidaridad, podemos retomar la senda de la construcción de
Europa. Pero hemos de responder a un nuevo contexto. Unos agentes económicos
multinacionales (a-nacionales) con enorme poder, una sociedad más diversa e
individualista, unos polos de desarrollo económico regionales muy dinámicos en
China, India, Asia, África y América Latina que quieren, lógicamente, ampliar
su influencia y su bienestar, nuevas tecnologías para todo controladas por unos
pocos, y el dificilísimo reto del cambio climático.
¿Qué Europa queremos?
A mi me parece
que sigue siendo razonable trabajar para construir y consolidar un espacio de
paz, democracia, justicia social y desarrollo económico en Europa y en el
mundo. El proyecto de la UE sigue siendo vigente y necesario.
1-Paz y
seguridad. Seguridad ciudadana, tranquilidad, lucha contra la delincuencia
organizada, pero sin caer en el estado policial, la ley mordaza o la patada en
la puerta. Sin crear dictaduras virtuales de facto con el control de las
comunicaciones y la vulneración sistemática de la correspondencia. Necesitamos
políticas de asilo efectivas para los refugiados. Primacía a los derechos
humanos ¡de todos los seres humanos! Política exterior y de defensa que
promueva la paz, el comercio justo, el respeto a la autonomía de cada país. Se
trata de construir la democracia no con bombas sino con cultura y desarrollo
económico.
2-Justicia
social y solidaridad. La paz se debe construir sobre la justicia. Y no hay
derechos si no hay impuestos progresivos, justos, donde aporta más quien más
tiene y quien más gana. Un sistema fiscal europeo fuerte y justo es un
requisito para que se puedan garantizar los demás derechos. Una seguridad
social europea, un seguro de desempleo europeo, una sanidad pública europea,
una política industrial europea, una política de telecomunicaciones, de I+D, de
educación y de empleo europeas.
3-Desarrollo
económico inclusivo. El bienestar de las personas, su alimentación, el acceso a
la vivienda, a la sanidad, unas pensiones suficientes, requieren una buena
economía. Una economía que no busque solo el crecimiento, sino también el equilibrio
ambiental. Una economía que cree estímulos a la innovación y apoye la creación
de empresas, pero que también cuide una proporción razonable entre el beneficio
de unos y de otros, una redistribución razonable de cargas y premios. Una
economía inclusiva, donde nadie quede atrás. El trabajo del barrendero, la
doctora, el ingeniero agrónomo, el camarero, la cuidadora, el funcionario de la
Seguridad Social, el conductor de metro, el pintor, o el poeta, son necesarios
y son importantes. No son menos importantes que el del especulador de bolsa. No
es razonable que la remuneración de unos y otros tenga una proporción (después
de impuestos) de uno a 100.000.
En definitiva,
necesitamos construir una economía europea. No basta el mercado común. No basta
el euro. No basta un Banco Central Europeo y un control del déficit mediante
los Planes Anuales y el Semestre Europeo. Si no avanzamos en una Europa Federal
sólida, iremos hacia atrás, como se ha visto.
4-Democracia y
libertad. La justicia tampoco es completa si no existe libertad. Y la libertad
está coja sin la justicia. Hemos de garantizar la libre circulación de ideas y
de personas, la independencia judicial, la prensa libre, la participación
social en las elecciones representativas y en otros foros, que creen sentido de
pertenencia a una sociedad vertebrada y solidaria. Una nueva cultura humanista,
que no se base en el consumismo, sino en la sobriedad, disfrutando de las
pequeñas cosas, fomentando la amistad, el diálogo, estimulando la creatividad, y
dando espacio al buen humor y a la alegría.
¿QUÉ PODEMOS HACER EN
SANIDAD?
Europa también
se construye desde la sanidad, de la misma manera que la sanidad se construye
también desde Europa.
Debemos
defender, recuperar y ampliar el derecho a la salud y la atención sanitaria.
Hemos de ser conscientes de que ningún derecho es irreversible. Tenemos que
actualizarlo y alimentarlo día a día.
Un catálogo de
prestaciones amplio, que incluya la salud pública, la atención primaria y
especializada, y la coordinación con los servicios sociales.
La cobertura
pública requiere un gasto sanitario público suficiente, proporcionado a nuestro
nivel de renta. En Europa, un 8% del PIB. Y con una proporción de gasto público
sobre el gasto sanitario total del 80%, reduciendo al máximo los copagos y el
gasto de bolsillo obligado por prestaciones no cubiertas o mal cubiertas.
La fuente de
financiación debe ser justa, a través de impuestos progresivos.
Evitar el exceso
de intervenciones sanitarias, la sobreutilización. Sobretodo de medicamentos y
otras tecnologías sanitarias. Hacer bien lo que hay que hacer. No hacer lo que
no se necesite para la salud del paciente. De-prescribir si hay prescripción
innecesaria acumulada. Para ello mejorar la formación y la educación sanitaria,
y quitar presión reduciendo radicalmente la capacidad de marketing de las
empresas.
Garantizar la
equidad en el acceso. Atender antes a quien más lo necesita. Reducir las listas de espera
injustificadas. Reducir las desigualdades en salud.
Mejorar la calidad
y la seguridad. Medios suficientes. Formación. Organización adecuada.
Evaluación.
Recuperar el
control del sistema: la formación de los profesionales y la investigación, que
hoy están controladas por la industria, singularmente la farmacéutica. La industria
financia estos gastos con el sobre-precio de los medicamentos que le paga la
Administración. Este sobre-precio es en ocasiones exagerado, pagando un 6.000%
sobre el coste de producción. No es razonable. Debemos cambiar el modelo de
fijación de precios y recuperar la formación y la investigación en plataformas
independientes sin ánimo de lucro (sin “pasar” por la industria farmacéutica).
PARA PODER DEFENDER NUESTROS
DERECHOS
Es preciso crear
y fortalecer alianzas, plataformas, estados de opinión, Observatorios, foros de
la sociedad civil que defiendan la sanidad pública, tanto en ámbito nacional
como europeo, latinoamericano y mundial.
Utilizar nuevos
métodos, capaces de presionar sobre los lugares de toma de decisión. Nuevas
formas de organización social en los ámbitos local, regional, nacional, europeo
y mundial.
Construir una
estructura política europea fuerte, de carácter federal, con una política
económica, fiscal y social fuertes, a favor de las personas, donde el valor de
la solidaridad sea otra vez el fundamento de la acción, donde la representación
política democrática (el Parlamento) pese más que la representación
institucional de las grandes corporaciones (sus consejos de administración).
EL FUTURO DEPENDE DE
NOSOTROS.
Desde que tuve el privilegio de conocerle hace años, he tomado prestado muchas veces estos versos de Nicomedes Santacruz, gran poeta peruano y gran
persona:
YO TENGO FE EN EL FUTURO
Yo tengo fe en el futuro
porque el hombre de mañana
disfrutará vida sana
forjada en presente oscuro.
Marchará con pie seguro
por la fraternidad;
su arma será la verdad
su compromiso el deber
su regocijo el saber
su triunfo, la libertad.
[Texto de la conferencia presentada en la Jornada del
Observatorio Iberoamericano de Sistemas y Políticas de Salud y la Federación de
Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, Toledo 25 Noviembre 2016]