El crecimiento de los
precios de los medicamentos es un problema creciente, y grave, a ambos lados
del Atlántico. Muchos pacientes en EEUU no pueden pagar los medicamentos que
les recetan sus médicos. También en Europa y en España pacientes y sistemas de
salud no pueden permitirse pagar los medicamentos por motivos económicos (en
España más de dos millones de personas).
El Presidente Trump
presentó el pasado 11 de mayo su Plan para reducir los precios de los
medicamentos en su país. Se titula: “Los pacientes Americanos primero” (1). Pero,
a pesar de la retórica inicial, las medidas más fuertes no van dirigidas hacia
los laboratorios. La medida más llamativa es presionar a los gobiernos de otros
países para que suban los precios de los medicamentos, con el argumento de que financien
así la parte proporcional que les corresponde de la I+D. Es decir, apuesta por reforzar
el sistema de patentes. Señala que, de esta manera, las empresas bajarán los
precios en su país y acusa a los otros países de “freeriders”, de polizones o
parásitos, porque se aprovechan de la I+D que se hace en EEUU.
En mi opinión, en el
diagnóstico del problema, adelantado en un Informe de su Consejo de Asesores
Económicos (2), hay un fallo grave de análisis. La I+D es una pequeña parte del
gasto de los laboratorios, un 16% de los ingresos, que se financia más que de
sobra con los altos precios que estamos pagando. Los laboratorios gastan más en
marketing o en recompra de acciones porque tienen enormes beneficios. Y lo
mismo ocurre en EEUU que en Europa, aunque aquí se paguen precios algo más
bajos, gracias a los Sistemas Nacionales de Salud. Pero son precios muy por
encima de los costes, incluida la I+D: todos pagamos la proporción que nos
corresponde de la I+D que hacen Pfizer, Gilead, Abbie, etc., a través de
precios excesivos. De la misma manera que en EEUU pagan también la I+D que
hacen laboratorios europeos como Novartis, Bayer, Sanofi o Roche.
Así mismo, en el tratamiento
que propone el Plan hay otra presunción altamente improbable. Porque,
parafraseando a Castellio, subir los
precios en Europa no es bajar los precios en EEUU, es subir los precios en
Europa. Las empresas siempre tienden a poner el precio más alto que el
cliente pueda y esté dispuesto a pagar, el llamado “precio por valor”. Con la
competencia los precios bajan hasta el precio de coste. Pero si la empresa
tiene monopolio, gracias a la protección de la patente que impide la
competencia, entonces mantendrá los precios lo más altos posible.
Se trata de hacer justo
lo contrario: para bajar los precios de los medicamentos en EEUU habría que
bajarlos también en Europa, para que los pacientes y los contribuyentes recuperen
parte de los enormes beneficios que obtienen las compañías farmacéuticas. En
efecto, en EEUU las empresas farmacéuticas obtienen 4 veces más de beneficios,
en porcentaje sobre ventas, que la media de las empresas de todos los demás
sectores; y destinan a marketing 2 veces más en porcentaje sobre ventas que el
resto de los sectores. Este es el dinero que deben recuperar los sistemas de
salud.
Y para poder reducir los
precios caben dos opciones tanto en Europa como en EEUU: a) mientras se
mantengan las patentes sobre medicamentos debemos fortalecer la capacidad de
las Administraciones Públicas para negociar precios cercanos al coste real, al
coste de la fabricación y el coste de la investigación; b) a medio plazo, suprimir
las patentes de medicamento y permitir la libre competencia entre las empresas farmacéuticas
para la fabricación de los productos, de tal manera que tuvieran “precio de
genéricos” desde el principio, y financiar la investigación de forma directa (como
ya se paga actualmente entre el 30% y el 50% de la investigación, según los
países, generando el 70% de la innovación). Y, entre tanto, utilizar las
Licencias Obligatorias cuando sea preciso.
Desde un punto de vista
de factibilidad, sería más viable reducir los precios excesivos de los medicamentos
si Europa Y EEUU abordaran conjuntamente las reformas. Pero ni la mayoría de
los gobiernos en la UE, ni la Comisión, ni el gobierno de EEUU están por la
labor. De momento, el discurso de la industria sigue siendo dominante. Para
bajar los precios de los medicamentos en EEUU es preciso bajar los precios en
el resto del mundo, no lo contrario. Y para intentar cambiar la situación es
preciso tomar conciencia del problema y seguir debatiendo y poniendo sobre la
mesa las cifras de una burbuja que va a terminar estallando si no lo impedimos.