jueves, 4 de febrero de 2021

¿VACUNAS SÓLO PARA RICOS?, se preguntaba el Dr Manuel Oñorbe hace siete años.

[Texto escrito por el Dr. Manuel Oñorbe en 2014, publicado en el libro “Crisis (esta crisis) y Salud (nuestra salud)”, que analizaba los efectos de la crisis financiera mundial en los sistemas de salud. Una advertencia profética para esta nueva crisis mundial]

Desde que comenzaron a dar sus primeros pasos a finales del siglo XVIII, las vacunas fueron consideradas patrimonio de toda la humanidad. Con sus luces y sus sombras, estas últimas, fundamentalmente, en el acceso de las poblaciones de las naciones más pobres a programas universales de inmunización y en el desarrollo de la investigación sobre vacunas, que ha primado siempre las enfermedades que afectaban a los países desarrollados, las vacunas han conseguido extraordinarios avances en el control e incluso erradicación de algunas enfermedades que desde siempre diezmaron las poblaciones; la erradicación de la viruela del planeta es el más brillante ejemplo de esto. 


En España, como en casi todos los países con un cierto nivel de desarrollo socioeconómico, las vacunas que se consideraban necesarias por los técnicos sanitarios, eran financiadas por el Estado, fuese central o posteriormente autonómico. 


La situación empieza a cambiar cuando aparecen nuevas vacunas más allá de las tradicionales (viruela, polio, difteria, tétanos, tosferina), la triple vírica la primera, que según informan desde la industria farmacéutica requieren ingentes inversiones de investigación que hay que rentabilizar. Pasamos de una situación en que en 1980 la vacuna de la poliomielitis que compraba el Ministerio de Sanidad para toda España salía a menos de 1 peseta, a otra situación, la de hoy en que por ejemplo la vacuna contra el neumococo que no está incluida en los calendarios de vacunaciones cuesta más de 300 euros en la farmacia (las 4 dosis) que es el único sitio para abastecerse de ella, ahora que con 13 cepas parece más necesaria (situación paradójica que requeriría algún estudio y explicación, la del porqué la Comunidad de Madrid incluyó en su calendario a principios del actual siglo la vacuna del neumococo contra 7 cepas no predominantes en España en base a sus “estudios epidemiológicos” y contra el criterio de todas las Comunidades Autónomas y el Ministerio de Sanidad, y unos años después, cuando la vacuna ya cubre 13 cepas y entre ellas las predominantes la saca del calendario). 

Otra de las nuevas vacunas objeto de polémica es la del papiloma, que sí se introdujo en calendario para determinados grupos después de grandes presiones y debates. 


Varias son las vacunas que los fabricantes, y grupos de profesionales en ciertos casos, están intentando que sean incluidas en calendarios, pero la crisis ha cortado muchos de esos intentos. Para las mismas, los laboratorios procuran a toda costa reproducir el escenario de la vacuna del neumococo, y que se puedan vender libremente en farmacia, que ya se encargarán sus campañas de venderlas a profesionales y población. 


Un tema también importante de los últimos tiempos en lo referente a vacunas es el aumento de la desconfianza de los ciudadanos y de los profesionales debido a los manejos que a nivel mundial se han visto en las ultimas crisis, vacuna contra la gripe aviar, tamiflú, vacunas contra la gripe A y contra la gripe estacional, etc. La varicela es el último ejemplo de estas estrategias. La campaña que actualmente se está llevando a cabo para introducirla en la primera infancia ha alcanzado límites claramente intolerables. 


Así pues las vacunas, que como decíamos al principio eran un logro de toda la humanidad, se han convertido en un negocio y como tal las reglas han cambiado. Las nuevas vacunas (y poco a poco también las viejas) son para países ricos, y dentro de ellos, como consecuencia de la crisis y la falta de dinero, para los que puedan permitírselo. Y este camino se va ensanchando. Si las vacunas fuesen patrimonio de la humanidad como en sus primeros pasos y no un negocio se acabaría el problema; las costosísimas investigaciones que arguye la industria podrían ser asumidas por organismos internacionales o tener un justiprecio y no depender del marketing y las inversiones en promocionarlas. La evidencia científica se impondría y no haría falta acudir a Carl Sagan (Si quieres salvar a tu hijo de la polio puedes rezar o puedes vacunarle). 

 

Manuel Oñorbe

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