Melody Moezzi es abogada en ejercicio en EEUU. Según
relata en un artículo publicado el pasado 5 de agosto en el New York Times,
para acceder al ejercicio de la abogacía frente a los Tribunales de Justicia, en muchos Estados de su país los candidatos tienen que contestar a un cuestionario de idoneidad en el que se
pregunta: “En los últimos 5 años ¿ha sido diagnosticada, o ha recibido
tratamiento, de trastorno bipolar, esquizofrenia, paranoia o algún otro
trastorno psicótico?”.
Aunque ella estaba diagnosticada de una depresión mayor, en el momento en que rellenó su solicitud esa enfermedad no estaba incluida en el cuestionario y no tuvo
problemas. Pero otros compañeros con enfermedad mental, cuando quieran acceder
al ejercicio profesional, deberán optar entre: a) decirlo, y arriesgarse a que
les impidan ejercer, como ha ocurrido en algunos casos; o b) no decirlo, y
arriesgarse a que les acusen y condenen por perjurio.
La señora Moezzi pone el ejemplo de otra abogada muy conocida en su
país, Kathleen Flaherty, que solicitó su admisión para ejercer la abogacía en
Connecticut en los años 90. Al rellenar el cuestionario contestó que estaba
diagnosticada de trastorno bipolar y se le negó la autorización para ejercer.
Ella pleiteó y, después de un año, logró la autorización. Aun así, durante los siguientes
nueve años tuvo que presentar un certificado médico cada seis meses.
Hay muchas otras personas con enfermedad mental que llevan
una vida normalizada pero no quieren decir que están enfermas porque temen
sufrir humillación y rechazo, fruto del desconocimiento sobre las enfermedades
del cerebro y de la complejidad de las relaciones humanas. Conviene repetir una
vez más que las personas con enfermedad mental no son más peligrosas que las
personas sin enfermedad mental. En todo caso sería al contrario.
Muchas veces hace sufrir más el estigma, el rechazo, el
prejuicio, que la propia enfermedad. En ocasiones, por miedo a ser etiquetados, se demora el acceso al tratamiento adecuado. Por eso es importante superar la discriminación negativa de las personas con enfermedad mental; también en el ámbito laboral.
Luchar contra el estigma y el prejuicio es difícil y se debe
hacer a través de múltiples acciones. Pero una muy importante es que la
población sepa que hay (somos) muchas personas padeciendo enfermedad mental que
pueden (podemos) realizar un trabajo normal. Con el
tratamiento y el cuidado adecuado, como en cualquier otra enfermedad compleja,
las personas con enfermedad mental pueden desarrollar una vida satisfactoria, con
relaciones personales estables y significativas, y aportando a la sociedad toda
su capacidad y su valía.
No conocía a la señora Moezzi, pero comparto plenamente su afirmación:
“Desde un punto de vista legal, ético y práctico, aquellos de nosotros que
vivimos con enfermedad mental debemos ser juzgados por nuestras obras, no por
nuestro diagnóstico”.
(1)
No hay comentarios:
Publicar un comentario