En efecto, el aumento del gasto en medicamentos es a costa
de los servicios de atención primaria, de las remuneraciones de personal y del
bolsillo de los pacientes.
Los datos facilitados por el Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad en relación con el Gasto Sanitario Público (1)
muestran que en 2015 se produjo un aumento del 5,88%, pasando de 61.919
millones de euros a 65.565 millones de euros: 3.646 millones más. Esta es una
buena noticia.
Sin embargo, comparando estos datos con el año 2009, vemos
que todavía no nos hemos recuperado de los importantes recortes. En aquél año
el gasto sanitario público ascendió a 70.674 millones de euros. El tajo sigue
siendo muy grande afectando negativamente a los servicios sanitarios públicos.
Pero no todo aumento de gasto es bueno. Depende de en qué se
utilice. Lo que me interesa analizar en esta nota es la distribución de ese
gasto. En el Informe del Ministerio se comparan gastos de los servicios
hospitalarios, de los servicios de atención primaria, de farmacia, etc. Viendo
los datos parece que el gasto en Farmacia ha crecido solamente un 1,3%, con 134
millones de euros. Mientras que la atención primaria habría crecido un 3,21% y
la atención hospitalaria un 7,7%.
Lo que no nos enseñan estas cifras es cuánto gastamos en
farmacia en los hospitales. Para verlo hemos de acudir a los datos del
Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas y sus indicadores de gasto
farmacéutico (2). Vemos ahí cómo el gasto en medicamentos a cargo de los
hospitales subió de 5.254 millones de euros en 2014 a 6.641 millones en 2015.
Si sumamos este gasto farmacéutico al de las oficinas de farmacia vemos que el gasto farmacéutico público total creció
de 15.645 a 17.162 millones de euros, un 9,69%. Y, al mismo tiempo, el
gasto hospitalario, descontando los medicamentos, creció un 4,73%.
Es decir, entre 2014
y 2015, el gasto en medicamentos ha crecido el doble que el gasto hospitalario
y el triple que el gasto en atención primaria.
Otro elemento de comparación importante es el gasto en
remuneraciones de personal. En ese mismo periodo creció un 3,7% frente al 9,69%
de gasto en medicamentos.
Se observa una derivación de recursos del sistema desde los
gastos de personal y de los servicios de atención primaria y especializada
hacia los gasto en medicamentos, debido fundamentalmente al aumento de los
precios de forma injustificada y abusiva.
Comparaciones desde 2009.
Desde el año 2009 hasta 2015 el gasto en remuneraciones de
personal ha diminuido un 7,74%. El gasto en atención primaria disminuyó un
13,2%. El gasto en hospitales (sin contar medicamentos) disminuyó un 7,3%.
Mientras tanto, el gasto en medicamentos, incluyendo gasto
hospitalario y extrahospitalario, disminuyó solamente el 1,5%. Aparentemente. Porque también aquí hay
una importante observación a hacer. En 2012 se retiró la financiación pública
de más de 400 medicamentos, y se aumentaron los copagos. De ahí que parte del
gasto que antes asumía el presupuesto público, ahora lo pagan los pacientes. En
concreto, en 2009 el gasto farmacéutico ambulatorio privado era de 4.273
millones y en 2014 ascendió a 6.547 millones: 2.274 millones más (3). Si ese
aumento de gasto extraído del bolsillo de los pacientes, hubiera seguido
cubierto por la sanidad pública, el gasto farmacéutico público no habría bajado
sino que habría crecido entre 2009 y 2015 en un 9,19%. Ese dinero nos lo hemos
gastado, solo que parte de él directamente de los bolsillos de los pacientes,
en vez de a través de los impuestos.
En resumen, vemos una significativa derivación de recursos
desde los pacientes, desde la atención primaria y desde los hospitales hacia el
gasto farmacéutico.
Por eso es urgente abordar la cuestión de los precios de los
nuevos medicamentos, que se están fijando por el concepto de “valor”, es decir,
por lo máximo que puede pagar el paciente o el sistema de salud, cuando
deberían fijarse (mientras estén protegidos por patente) por lo que cuesta su
fabricación y lo que cuesta la investigación. No podemos ni debemos pagar un
1.000% o un 10.000% más de lo que cuesta un medicamento. No es justo. Frente al
abuso de posición dominante en la fijación de precios se debe estimular la
competencia y la fabricación y compra de genéricos (anulando si es preciso la patente con una licencia obligatoria, y la
exclusividad de datos). Es necesario que el Ministerio y las CCAA logren un nuevo equilibrio razonable en el proceso de fijación de precios que ahora se inclina a favor de la industria.
Al mismo tiempo se debe insistir en una prescripción
ajustada a la necesidad, evitando prescripciones innecesarias o inadecuadas,
evitando así efectos adversos gravemente perjudiciales para la salud. Enseñar a
de-prescribir debería ser también una asignatura de la carrera de medicina y,
desde luego, de la formación médica continuada.
(1)
(2)
(3)
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