En mayo de este
año se publicó un interesante (y monumental) trabajo en The Lancet donde se
daba a conocer el Índice de Calidad y Acceso a la Atención Sanitaria (HAQ
Index), diseñado por un grupo de investigadores que tomaban como base el
Estudio de Carga de Enfermedad 2015 (1).
Christopher
Murray y colaboradores utilizan las tasas de mortalidad de las casusas que se
podrían evitar o reducir con atención sanitaria, con datos de 195 países y territorios,
desde 1990 a 2015. A partir de ahí elaboran un Índice que pretende reflejar la
calidad y el acceso a la atención sanitaria.
En efecto, las 32
causas de muerte que se consideran para elaborar este índice, basadas en los
trabajos de Nolte y McKee, son causas que podrían evitarse con atención
sanitaria apropiada, como la tuberculosis, la diarrea, el tétanos, la diabetes,
la hernia inguinal, la apendicitis, etc..
La metodología
del trabajo es rigurosa (verificación de datos, estandarización de las tasas de
mortalidad al nivel global de exposición a riesgos ambientales o de hábitos de
vida, etc.) y, aunque los autores reconocen limitaciones y adelantan posibles
líneas de desarrollo futuras, sin duda este Índice supone una aportación muy
importante en la evaluación de los sistemas sanitarios en todo el mundo.
Los valores del
HAQ Index van de 0 a 100, señalando el valor 100 la máxima calidad y
accesibilidad de la atención sanitaria. Pues bien, España, en 2015, obtenía un
resultado de 89,6, el séptimo mejor, junto con Finlandia, entre los 195 países
estudiados. El valor del HAQ Index para todo el mundo en 2015 era de 53,7.
El país que
obtiene el mejor resultado es Andorra (94,5), seguido de Islandia (93,6). Son
territorios con poca población: 74.300 y 332.000 habitantes respectivamente.
Suiza es tercero, con 91,8. Después Suecia y Noruega, con 90,5 puntos. Les
sigue Australia con 90 puntos, y después, en séptima posición Finlandia y
España con 89,5 puntos.
Sin duda un
excelente resultado. Podemos compararnos con Reino Unido, que está en el lugar
30, o con EEUU que alcanza el lugar 35 con 81 puntos. Si consideramos solamente
los países de la UE, España puntúa segundo con Finlandia.
Tiene también
interés que nos fijemos en la evolución de los resultados obtenidos desde 1990
hasta 2015. Vemos que España pasó de 73,9 a 89,6, un aumento de 15,7
puntos. En 1990 España estaba por detrás
de Suecia, Reino Unido, Holanda, Italia, Francia, Finlandia, Dinamarca, Bélgica
o Austria. En 2015 solamente está por detrás de Suecia.
Finalmente, el
trabajo de Murray y sus colegas también calcula la diferencia entre el valor
del Índice obtenido por un país y el máximo nivel que podría obtener para un
grado socio-demográfico similar (frontera). En este caso, el resultado para
España es también positivo. Mientras EEUU está 10,2 puntos por debajo del valor
esperado y el HAQ Index del Reino Unido está también 5,7 puntos por debajo,
España obtiene un HAQ Index por encima de lo que se esperaría en función de su
grado de desarrollo socio demográfico (3,9 puntos más).
Evidentemente esos resultados no son casualidad. Es fruto del esfuerzo de miles de profesionales en todo el SNS, y de acciones políticas en el ámbito nacional y autonómico, que han contribuido a desarrollar el sistema de salud a lo largo de más de 30 años.
Pero ningún logro social es irreversible. Hay quienes se empeñan en copiar e imponer reformas que se han llevado a cabo o se quieren llevar a cabo en EEUU y Reino Unido: quitar cobertura, desuniversalizar, recortar la financiación pública, aumentar la financiación privada con los copagos, establecer concesiones a largo plazo (la mal llamada “colaboración público privada”, que es parasitación privada de lo público), pago “por valor”, fragmentación de los servicios, externalizaciones, etc. Son muchos los intereses económicos que presionan y muchos los púlpitos desde los que predican. Por eso es muy importante que sigamos defendiendo una sanidad que sigue siendo buena a pesar de las agresiones y la erosión a que se la somete.
Evidentemente esos resultados no son casualidad. Es fruto del esfuerzo de miles de profesionales en todo el SNS, y de acciones políticas en el ámbito nacional y autonómico, que han contribuido a desarrollar el sistema de salud a lo largo de más de 30 años.
Pero ningún logro social es irreversible. Hay quienes se empeñan en copiar e imponer reformas que se han llevado a cabo o se quieren llevar a cabo en EEUU y Reino Unido: quitar cobertura, desuniversalizar, recortar la financiación pública, aumentar la financiación privada con los copagos, establecer concesiones a largo plazo (la mal llamada “colaboración público privada”, que es parasitación privada de lo público), pago “por valor”, fragmentación de los servicios, externalizaciones, etc. Son muchos los intereses económicos que presionan y muchos los púlpitos desde los que predican. Por eso es muy importante que sigamos defendiendo una sanidad que sigue siendo buena a pesar de las agresiones y la erosión a que se la somete.
No quiere decir
que no se deba seguir mejorando a todos los niveles. La evaluación y la mejora
continuada es condición necesaria para que el SNS siga siendo eficiente. Pero
mejorar no quiere decir desmantelar, o “inventar la rueda” copiando de quienes
lo hacen peor.
Una buena
atención sanitaria, accesible y de calidad, evita muertes y dolor. Parece que
el SNS no lo hace mal: es uno de los 10 mejores del mundo en mortalidad
evitable y es razonablemente eficiente. Y el acceso a una sanidad pública eficiente, de calidad y para todas las personas que la necesiten, es un derecho al que no debemos renunciar.
(1)
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