Querido amigo,
Gracias por tus buenos consejos.
Gracias por tus buenos consejos.
El otro día no te
comenté nada sobre la situación de Cataluña, porque a veces las palabras no son
buenas, no expresan bien lo que uno quiere decir. Y cuando los sentimientos
están a flor de piel a veces es mejor guardar silencio.
Pero me apetece
decirte como amigo catalán que la amistad, como el amor, está por encima de las
circunstancias políticas. Al menos en mi manera de ver y entender las cosas.
Tengo muchos
amigos catalanes. Y respeto su opinión.
Comparto la de algunos y no comparto la de otros. Pero son mis amigos.
Igual que comparto algunas opiniones políticas de mis hermanos y otras no. Pero
les quiero igual.
Desde el punto de
vista político cabría decir muchas cosas. Te diré en primer lugar que yo
preferiría que Cataluña siguiera formando parte de España. Entendiendo España
como un espacio en el que venimos conviviendo mal que bien desde hace muchas
generaciones. Un país (un Estado, ¡ay, las palabras!, pero tú ya me entiendes),
en el que compartimos una Constitución que ampara unos derechos y que impone
unas obligaciones. Unas leyes que, en principio, están aprobadas por mayorías
democráticas y que nos han permitido convivir y progresar. Nuestra generación,
la de los que hoy tenemos sesenta y tantos, no tuvo que ir a la guerra. No hemos
vivido guerra en este suelo. Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos,
vivieron guerras; nosotros no y eso me parece importante. La Constitución define un espacio
de vida en común, en libertad, con derechos sociales, con una responsabilidad
fiscal, con una razonable seguridad, con paz.
Cataluña ha
encajado en este espacio político y las personas que viven en Cataluña han
progresado como las personas que viven en las otras regiones españolas.
La propia
Constitución ya reconoce algunas diferencias políticas en los diferentes
territorios. Así, a la hora de configurarse como Comunidades Autónomas habla de
Nacionalidades y Regiones, y establece dos vías para la conformación de las
mismas, la del artículo 151 y la del 143, diferenciando así entre comunidades
Históricas y las demás. También reconoce los derechos Forales de las
Diputaciones de las provincias Vascas y de Navarra. Entre esos derechos está el
de recaudar impuestos y negociar un “cupo” que pagarán al Estado por los
servicios prestados por la Administración General en su territorio. Son
diferencias muy importantes, que están reconocidas en la Constitución. Esto me
lleva a concluir que, si fue posible entonces, es posible ahora buscar otros
equilibrios que den respuesta a las necesidades actuales de las personas que
vivimos en España.
Con la
experiencia de haber formado parte de un gobierno autonómico sé que la organización política de un país es un proceso abierto.
España dibujó en su Constitución un Estado Federal, pero no lo
plasmó, porque ¡todavía no se habían constituido las Comunidades Autónomas!, ya
que era la propia Constitución el punto de partida, y de ahí empezaron los
Estatutos de Autonomía, que forman parte del Bloque Constitucional (con el mismo rango
que la Constitución) y, después, entramos en la Unión Europea, y sus Tratados
están por encima (jurídicamente) de la Constitución nacional, y cedimos parte
de la soberanía en diferentes asuntos (por ejemplo, emisión de moneda, política
agraria, etc.) y lo aceptamos así en referéndum.
Los acuerdos de
traspasos de competencias, y los acuerdos de financiación, han ido configurando
el espacio político que es hoy España. Pero necesitábamos (al margen del
conflicto actual con Cataluña) una reforma de la Constitución que completara el
modelo Federal (o Confederal) de España, creando órganos federales para la toma
de decisiones en asuntos de interés común, como puede ser la sanidad.
Necesitamos revisar también los acuerdos de financiación. Y es importante dar rango
constitucional a los derechos sociales, con un “suelo” de gasto público, y reforzar un modelo fiscal justo y eficiente para poder financiarlos.
Pero la clave es
querer caminar juntos. Yo soy europeísta e internacionalista. Yo trabajo por un
futuro en el que todas las personas tengan los mismos derechos (por ejemplo, al
acceso a los medicamentos, salarios dignos, educación pública), que puedan convivir en paz. Y sé que solamente una
Europa fuerte, con un gobierno progresista, puede equilibrar la fuerza de los
grandes poderes económicos, de las multinacionales. El poder económico se ha
internacionalizado, se ha “globalizado”, pero los trabajadores, las clases
medias, siguen divididas. Y no es casualidad. Porque los poderes económicos
saben bien el refrán: divide y vencerás. Por eso, racionalmente, defiendo una
España con Cataluña y una Europa más fuerte, mientras avanzamos hacia una gobernanza
mundial.
También sé que
para que una mayoría de catalanes quieran aceptar seguir formando parte de España, tienen que sentirse bien tratados. Tienen que sentirse respetados,
queridos. Y esto no ha ocurrido en los últimos tiempos, al menos por parte de
algunos gobernantes. Al
provocar con la denuncia al Tribunal Constitucional la modificación del Estatut aprobado en el Congreso de los Diputados
y votado en referéndum por los catalanes, se abrió una herida que no hecho más que agrandarse. Mucho ha
tenido que ver también la situación económica: la crisis y la gestión de la
crisis por los gobiernos catalán y español, con los recortes en derechos sociales que han golpeado a muchas personas que ven cómo los más ricos son más ricos y los demás sufren ese robo
masivo… La historia enseña que para despistar a la gente y buscar otro
culpable, los gobiernos se envuelven en la bandera y acusan al otro de ser su
enemigo. También hay que sumar la corrupción en los partidos gobernantes en
España y en Cataluña, y el mismo efecto de despiste “creando” un adversario: el
español, el catalán. Estos partidos saben que así la gente no les reclama por
sus problemas y se enzarza en otra discusión. Y saben que en sus electorados
respectivos ganan votos.
Lo que yo
preferiría, lo que defiendo, es una reforma de la Constitución, con una
estructura Federal del Estado, que desarrolle y fortalezca el Estado Autonómico, y que permita
el encaje de Cataluña con el Estatuto que fue enmendado por el Constitucional. Una nueva Constitución que permitiera dar respuesta a las aspiraciones
políticas de una mayoría de españoles, incluyendo una mayoría de catalanes. Una Constitución que garantice los
mismos derechos de las personas en toda España, lo que no quiere decir que la
gestión de los servicios deba realizarlas la misma Administración en cada CCAA. Con o sin
competencias autonómicas en Justicia, en Política Exteriror o en Policías, se puede
garantizar a los residentes en Madrid, Castilla-La Mancha o País Vasco, los
mismos derechos. No todas las CCAA tienen que gestionar las mismas
competencias. Lo que sí debe garantizar la Constitución es que todos los españoles
tengan los mismos derechos, que es cosa distinta.
En esa misma
línea soy partidario de reforzar la Unión Europea, con más presupuesto, con más
capacidad política (una Europa con capacidad de llevar adelante una política fiscal, que pueda garantizar los derechos sociales; una Europa política, que pueda desarrollar políticas económicas que apoyen a la empresas productivas y capaces de frenar
nuevas burbujas financieras, etc.). Y, por supuesto, seguir avanzando en la
gobernanza mundial. Los grandes problemas del cambio climático, del acceso a
los medicamentos y el derecho a la salud, de la corrección de las desigualdades
(controlando la especulación financiera), requieren una gobernanza mundial.
Estoy muy preocupado
por la situación en Cataluña, porque no he visto en el Gobierno de España y
tampoco en el Gobierno de Cataluña una voluntad real de acuerdo. Y las armas
las carga el diablo. Esta situación ha ido provocando que muchas personas estén muy enfadadas. Que desconfíen. Que ya no puedan hablar de política en la familia o con los amigos,
porque se insultan. La historia nos enseña que, cuando se crea
un clima de enfrentamiento, una cerilla, una chispa, un incidente, puede hacer
estallar la caldera.
Por eso hemos de
enfriar la temperatura, hablando, expresando los afectos que nos acercan.
Tratando de entender al otro. Escuchando.
Es obvio que los mapas
del mundo han cambiado a lo largo del tiempo. Que las fronteras no son eternas. Si miramos un mapa de
Europa de 1900 y un mapa de hoy, veremos las diferencias. No hay nada
inmutable. Pero la cuestión no es esa. La cuestión es ¿adónde queremos ir, y por qué medios, pacíficos o violentos, respetando las reglas de la democracia o vulnerándolas? ¿Es
posible una Cataluña independiente en la UE? Teóricamente sí. ¿Es mejor para los
catalanes, para el resto de españoles, para los europeos…? Creo que no. Con esa misma
lógica podría atomizarse Europa en miles de cantones. Cuando más dividida más
débil. La humanidad debe avanzar a unidades políticas más amplias, manteniendo
la diversidad de lo local, lo regional, lo nacional… La gente de a pie, los trabajadores, la gente normal, necesita gobiernos
fuertes y progresistas para poder controlar a los poderes económicos y garantizar los derechos
de todas las personas en condiciones de igualdad. La unión hace la fuerza.
En todo caso este doloroso enfrentamiento, esta brecha abierta en Cataluña y entre Cataluña y el resto de España, debemos intentar resolverlo hablando. Dialogando. Que las tripas no venzan a la razón. Que los insultos no se impongan sobre los argumentos. Que el miedo o la indiferencia no nos hagan mirar para otro lado.
En todo caso este doloroso enfrentamiento, esta brecha abierta en Cataluña y entre Cataluña y el resto de España, debemos intentar resolverlo hablando. Dialogando. Que las tripas no venzan a la razón. Que los insultos no se impongan sobre los argumentos. Que el miedo o la indiferencia no nos hagan mirar para otro lado.
En fin, querido amigo, cuando pase el 1 de octubre tenemos que seguir hablando para alcanzar el mejor acuerdo posible.
Termino como empecé, expresándote mi profunda amistad y mi respeto, y deseándote siempre lo mejor.
Termino como empecé, expresándote mi profunda amistad y mi respeto, y deseándote siempre lo mejor.
Un fuerte abrazo,
Fernando
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