A lo largo de la
historia la mayor parte de las independencias se han alcanzado con guerras. El
peor escenario posible es una guerra civil de independencia. Me dicen que es
imposible. Pero hemos visto la de los Balcanes muy cerca, con ciudades
arrasadas, miles de muertos, refugiados despavoridos. Guerras que antes de
empezar parecían imposibles, como en las antiguas repúblicas de la URSS. La
guerra es el peor escenario. Siembra el odio y el miedo. En Cataluña se están
creando las condiciones propicias. El enfrentamiento civil, el insulto a quien
no piensa como tú. El cabreo de muchos, agudizado por los problemas económicos
provocados por los más poderosos (como siempre ha sido en la historia, los que
tienen sus millones en Suiza y Andorra) y que esos poderosos orientan hacia el
“enemigo exterior”, el español, el catalán. El hecho es que la temperatura ha
subido mucho; se ha acumulado mucho combustible. En las votaciones del 1-O hubo
heridos inocentes, por el error del gobierno de España al mandar a las fuerzas
de orden público a intervenir en una consulta pacífica que no supo prevenir ni
evitar, y por la irresponsabilidad del gobierno de Cataluña al convocar esa
consulta fuera de la ley. Ahora sólo falta que se produzca la proclamación
unilateral de independencia y el reconocimiento de alguna potencia extranjera. Ya
hay una policía autonómica armada, y quizá hubiera algún miembro del ejército
dispuesto a sumarse. Y para financiar y fabricar armas seguro que hay muchos
candidatos, como en los Balcanes, en Siria o en Yemen. Es un escenario
terrible. El peor. Parece imposible, pero para ver qué camino debemos tomar
hemos de tenerlo presente. Insisto, lo que se está viviendo estos días en
Cataluña era impensable hace seis meses.
Hay otros
escenarios, pero no se hacen solos, hemos de construirlos. El mejor desde mi
punto de vista es que Cataluña siga formando parte de España mediante una
reforma constitucional que permita que la mayoría de catalanes se sientan
vinculados a un proyecto ilusionante. No forzados. No vencidos. Un acuerdo que
sume mayorías. La Constitución necesita reformas para consolidar un Estado
Federal, plurinacional, con una fuerte autonomía (como la que ya disfrutamos),
con una financiación adecuada y justa (basada en una reforma fiscal que genere
recursos suficientes porque obligue a pagar a los más ricos y a las grandes
corporaciones y erradique el fraude y la ingeniería fiscal agresiva), con unos
órganos de toma de decisión federales que hagan más eficiente y armonizado el
ejercicio de las respectivas competencias. Una reforma en la que se deberá
discutir la posibilidad de reconocer el derecho a decidir la separación de
España, mediante referéndum en la CCAA con garantías suficientes de
participación y mayoría cualificada. Una reforma que, reconociendo diferencias
competenciales y en estructuras de gestión y gobierno, garantice a todos los
españoles iguales derechos.
Para este segundo
escenario es preciso avanzar con firmeza y claridad. Si no se dan pasos firmes,
el primer escenario irá ganando terreno. Y los que lo propician en uno y otro
lado, sí que van deprisa, por acción o por omisión. El Gobierno de España debe
agilizar las conversaciones con todos los grupos políticos con representación
parlamentaria y explorar posibilidades. Debe hablar con todas las CCAA. Y,
sobretodo, debe hablar con el gobierno catalán. Es urgente que inicie
conversaciones formales. Debería hacerlo en esta semana. Mientras tanto se debe
trabajar lealmente en la Comisión constituida en el Congreso para el estudio de
la reforma del modelo territorial.
¿Otros
escenarios? Previsiblemente el gobierno catalán seguirá impulsando acciones de
presión en la calle y en los medios, y buscando respaldo internacional.
Probablemente declarará unilateralmente la independencia. El gobierno de España
seguirá insistiendo en que esto es ilegal, y seguirá tratando de que el
problema lo resuelvan los jueces y las fuerzas de orden público. Y el clima
seguirá enrareciéndose en Cataluña (donde la división entre antiguos amigos,
vecinos y compañeros es ya tremenda) y en España. La declaración de
independencia por sí no modifica las cosas. Ahora ya está habiendo una
desobediencia “selectiva” puesto que los miembros del gobierno siguen acudiendo
a los Tribunales, y los impuestos se siguen pagando a la hacienda nacional. El
problema será si la Generalitat ordena que los impuestos y las cotizaciones
sociales empiecen a pagarse en la hacienda autonómica. Ahí sí habría
independencia real y el gobierno de España debería actuar con rotundidad. Y la
escalada de tensión aumentaría. La inacción política actual conduce a la violencia.
Al toque de queda. A la guerra. No dramatizo. Es un escenario posible. Y es el
peor.
La intervención
del Rey ayer subrayó la gravedad del momento, pero resultó insuficiente. Describió
los síntomas de lo que está pasando, pero no se preguntó por las causas: se ha
incumplido la ley por las autoridades de Cataluña, y esto es “deslealtad inadmisible”.
Pero ¿por qué? ¿Qué ha pasado en estos siete años desde la sentencia del
Tribunal Constitucional que modificó el Estatut? ¿Por qué han aumentado los catalanes
que quieren la independencia? ¿Qué esfuerzo se ha hecho para recuperar un
proyecto común ilusionante en el que todos tengamos cabida? Lo mejor del
discurso fue su apelación a la concordia y al entendimiento. Eso necesita
reformas. Las reformas necesarias deben hacerse de acuerdo con la Constitución,
pero deben hacerse, y los líderes políticos deben contar qué proyecto de país
tienen para España. Más medidas de fuerza sin una acción política que abra las
puertas a la negociación y al diálogo no podrán lograr acuerdos, entendimiento
y concordia ¿Va a ordenar el gobierno de España detener al gobierno de
Cataluña, y a la mesa del Parlament, y a miles de ciudadanas y ciudadanos por
incumplir las leyes? Esa escalada llevará a más división, más desafecto, más
odio y más violencia.
Sin duda, la
Constitución y las leyes deben ser el marco del diálogo para construir juntos
el nuevo escenario político. Pero, el gobierno de España debe ofrecer un
escenario alternativo viable, inclusivo. Y, si el gobierno de España no avanza
en el proceso de diálogo eficaz en los próximos días, el PSOE debería
impulsarlo buscando una nueva mayoría parlamentaria. Si fuera necesario con
unas elecciones generales. Es complicado, pero lo peor es la posibilidad de que
nos veamos abocados, paso a paso, día a día, al horrible escenario de una
guerra civil de independencia o al desgarro irreversible de la convivencia
entre las personas que vivimos en Cataluña y en el resto de España. Y esto ya
está pasando.
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