No cumplirás más de seis años, Hind Rajab.
He oído tu voz pidiendo ayuda
tu voz de niña inocente
que suplicaba auxilio desde algún lugar
en el norte de Gaza.
Tus tías y tus primos yacían muertos
a tu lado, dentro del coche golpeado por la metralla.
Seguían disparando
y tú, con tu voz de niña asustada
gritabas pidiendo ayuda:
“¡Me están disparando!”
Después de varias horas
las autoridades israelíes autorizaron el rescate.
La ambulancia estaba ya muy cerca.
Y entonces los soldados dispararon
y os mataron a todos.
Y solo se escuchó el terrible silencio de la muerte.
¿Cómo puede el ser humano matar a sangre fría
a una niña inocente?
¿Acaso suponen que es una futura asesina?
¿O es que creen que no es humana
sino un insecto dañino y peligroso?
Las guerras son injustas siempre:
en cualquier lugar, en cualquier época del tiempo.
El humano se convierte en salvaje sin entrañas
y todo lo arrasa y lo destruye.
Pero el humano también es capaz de construir la paz.
Lo hemos visto aquí, en España:
guerra tras guerra a lo largo de los siglos.
La maldición cainita reclamando muerte,
una y otra vez.
Pero fue posible la paz.
La construimos nosotras y nosotros:
escuchando, cediendo, perdonando
buscando acuerdos justos y enterrando el rencor.
Reconociendo la cara del hermano en cualquier ser humano.
Sabiendo que juntos podemos caminar más lejos.
Defendiendo la alegría y la esperanza
contra viento y marea.
La paz siempre es frágil, pero
sí, sin duda es posible la paz,
siempre que tú y yo nos empeñemos.
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