miércoles, 18 de julio de 2012

Dinero, sacrificios y democracia



“Poderoso caballero es Don Dinero” desde Quevedo hasta hoy. Ahora el dinero ya no es lo que era, y sin embargo tiene mucho más poder.

El dinero representaba el valor de uso de las cosas, y facilitaba el intercambio ya que no era necesario el trueque de una cosa por otra, sino de su valor en dinero. Mejoraba el acceso a los bienes y servicios y facilitaba la vida de la gente. El problema es cuando el dinero ya no representa el valor de las cosas, sino de una “expectativa de beneficio”. Ahora el banco emisor ya no tiene que tener “respaldo” de bienes que “valgan” el valor de la moneda emitida (patrón oro). Cuando se “revalorizan” o “devalúan” artificialmente los “valores” de las  “empresas” en los mercados de Bolsa ya no se contempla su valor real (su patrimonio, su producción), sino las expectativas de beneficio al comprar o vender el “título” que representa esa propiedad. Esas expectativas tienen que ver con la “confianza” en recuperar esa inversión con una ganancia cuando le vendamos a un tercero, y se manejan, se aumentan o se rebajan, con informaciones en los medios de comunicación, de “expertos” y de “agencias de calificación”, que son otras empresas, con intereses cruzados entre sí, al ser también inversores.

Este modelo de capitalismo financiero no es sostenible. Cualquier sacrificio que haga un país, la ciudadanía de un país, los jubilados, los trabajadores, la gente normal para salir de la crisis, será inútil. No garantiza nada. No se traduce en un resultado de “mejores expectativas” porque los especuladores buscan beneficio sin tener en cuenta el “valor real” de las cosas. No se miden los “esfuerzos” (la pérdida de salarios); tampoco se mide la perspectiva de crecimiento de la economía a largo plazo. Se mide qué efectos tendrán en los medios de comunicación y en los fondos de inversión y en los agentes de bolsa (brokers) las medidas, y qué efectos tendrán otras medidas u otros comunicados de otros “expertos” sobre otras naciones y otras empresas, y en qué medida ganarán más vendiendo o comprando en un momento dado. El capitalismo financiero no tiene que ver con la economía real (el valor de uso actual o futuro) sino con la “confianza” generada o destruida artificialmente sobre el valor de intercambio en cada momento. No es un capitalismo “de fábrica”. Es un capitalismo “de casino”.

El dinero ya no es la sangre de la economía, sino que es el parásito que le chupa la sangre a la economía. El capitalismo financiero, el dinero, es la causa de la crisis. Por eso es imprescindible que los Parlamentos democráticamente elegidos, el poder de los pueblos soberanos, hagan leyes que vuelvan a regular con firmeza y eficacia el poder del dinero en manos de unos pocos. De lo contrario la democracia será de papel.

Decía José Larralde: "el que paga, que lo mande, es justo y sin discusión, pero nunca dé ocasión a que le chupen la sangre". 

Pues eso.


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