Deborah Cohen y Ed Brown,
de la BBC Newsnight nos cuentan que las Guías Clínicas Europeas para el
tratamiento de formas severas de enfermedad cardíaca están en revisión a partir
de una investigación realizada por este programa (1).
La Guía recomendaba el
uso de stent o de cirugía cardíaca indistintamente para pacientes de bajo
riesgo con obstrucción de la arteria coronaria izquierda, siguiendo el ensayo
clínico Excel, patrocinado por Abbot. El estudio lo dirigió el Dr Gregg Stone.
En el ensayo se utilizó
una definición de infarto (heart attack) que no es la “universal”. El trabajo
fue publicado en New England Journal of Medicine. Pero los investigadores no
publicaron los resultados que obtuvieron utilizando la definición universal.
Con el criterio anterior, el 80% de los
pacientes con stent tuvieron más ataques cardíacos que los que tuvieron
cirugía.
El programa Newsnight
tuvo conocimiento de que mientras se estaba escribiendo la guía clínica, el Consejo
de Seguimiento de la seguridad de los datos había mostrado su preocupación, en
relación con la mortalidad más elevada en pacientes que recibían stent.
¿Conflicto de intereses?
El Dr Gregg Stone, declaró que había recibido dinero de 20 compañías médicas
privadas, varias de las cuales estaban relacionadas con la implantación de
stents. También era director del TCD, una conferencia médica anual financiada
por alguno de los mayores fabricantes de stents, Abbot, Boston Scientific y
Medtronic. La mitad de los investigadores que participaron en el Ensayo
Clínico, y un tercio de los que redactaron la guía, declararon ingresos de
compañías que fabrican stents.
El Profesor Nick
Freemade, que colaboró en la guía clínica, señaló a Newsnight que él nunca habría
aceptado que los tratamientos eran intercambiables si hubiera visto los datos
omitidos. Según él, el resultado de hacer la recomendación equivocada es que pacientes
con enfermedad coronaria izquierda a los que se les hubiera implantado stents
morirían, cuando podían haber vivido más tiempo si hubieran sido tratados con
cirugía.
Parece evidente que no es
bastante con que se declare que se han recibido ingresos de una empresa con
intereses económicos en la utilización de un producto. Está demostrado que esta
relación económica influye en el receptor, en su comportamiento, en su
decisión. Por lo tanto, si existe esa relación económica las revistas científicas
deberían rechazar cualquier estudio dirigido por esa persona, presuponiendo que
va a estar sesgado, de forma consciente o inconsciente. De la misma forma no
deberían formar parte de los equipos redactores de guías clínicas personas que
reciben dinero de la industria.
Entonces ¿cómo se harían
los estudios? La clave está en el cambio de modelo con el que se financia la
investigación. En lugar de hacerlo a través de los sobre-precios de los
medicamentos, los gobiernos deberían poner precios justos (coste) y financiar
directamente la investigación a través de un fondo global (2). Entretanto, los
gobiernos podrían hacer un descuento sobre ventas de los medicamentos para
financiar la formación y la investigación de forma independiente.
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